Por Juan Carlos Cena
“Si fuera posible concretar en pocas palabras las características del pensamiento argentino diría: que en general es claro, amplio y generoso, con algo de vastedad de la pampa y la frescura de sus grandes ríos. Pensamiento constructor, no destructor, optimista y sereno, genuinamente idealista, pero con solidez, sinceridad y equilibrio. La Argentina es a la vez el país más fuerte y el más hermoso de América. Dios lo bendiga por siglos”. La Raza Cósmica, de José Vasconcelos - 1925 - México.
José Vasconcelos fue uno los mayores intelectuales que dio la tierra mexicana. Este concepto, el de La Raza Cósmica, lo expresó después de su visita a nuestra patria en tiempos del centenario. Recorrió casi toda Argentina, se entrevistó con intelectuales y políticos de esas épocas. Uno de ellos: Alfredo Palacios.
La definición de Vasconcelos en el centenario tiene que ver con una realidad señalada y mostrada en forma edulcorada como si fuera la crema del postre. Hasta el mismo Alfredo Palacios le informó de las “bondades nacionales”. A pesar de esas edulcoraciones existía otra realidad en la República Argentina. Se “olvidó” don Alfredo de mencionar los impudores y cobardías existentes. Sí, esta era una gran nación constituida por muchos paisitos. En muchos de ellos reinaba lo peor del feudalismo.
A este ilustre mexicano no le advirtieron que el Estado Nacional era administrado por conservadores de estirpe, representantes de lo más rancio de la oligarquía agrícola ganadera. Este gobierno conservador, como política de Estado, permitía que se reprimiera a diestra y siniestra, por toda la geografía nacional, léase paisitos con el consentimiento de los señores feudales criollos. Reprimían y reducían a las comunidades originarias, peones rurales, obrajeros, cosechadores. Los calificaban como indios vagos, gauchos mal entretenidos, haraganes entre otros calificativos. Mensaje inducido desde los medios de comunicación del sistema imperante en esa época perteneciente al mundo urbano.
EXTERMINIO DE LOS ORIGINARIOS / SIGLO XIX
¨En materia económica hace tiempo la Argentina es prácticamente una colonia británica” Wilburn Burton (The Spectador, Londres 1933).
Por otro lado, los barones de la Patagonia, constituida por varios paisitos, pagaban por el exterminio de poblaciones aborígenes en vastas extensiones, donde existía solo la policía rural que respondía a esos barones. La voracidad por el lucro y la acumulación del capital transformaba en un cuasi deporte bien pago: la caza del habitante natural. Es decir, se había implementado la cacería a los verdaderos dueños de esas tierras. Una limpieza más que étnica: un genocidio. Es dable significar que los genocidios no comienzan en ese momento, viene desde los tiempos de la conquista. No olvidar la matanza de querandíes por Garay en lo que hoy se llama La Matanza, lleva ese nombre por ese genocidio. La sangre de los originarios querandíes, llegó hasta lo que es hoy, río Santiago cercano a La Plata. La dictadura militar cierra un círculo perverso sobre los genocidios en nuestra historia.
Asimismo, no le historiaron a José Vasconcelos sobre la resistencia de los pueblos del norte de nuestro país: diaguitas, calchaquíes, entre otros que durante aproximadamente 120 años lograron que la frontera no fuera apropiada por el conquistador. Pagaron muy caro aquella osadía: los Quilmes procedentes de los Valles Calchaquíes, los sobrevivientes, porque las mujeres con sus niños se arrojaban al vacío para evitar ser conquistados y sojuzgados, fueron conminados a caminar más de 1.200 kilómetros hasta Santa Cruz de los Quilmes, sobre el Río de la Plata, una reducción, hoy la ciudad de Quilmes en la actual provincia de Buenos Aires. Su mayor exponente fue Felipe Calchaquí.
En aquel momento, a Vasconcelos, no le informaron sobre la existencia de las cuadrillas de cazadores de indígenas asolando la Patagonia. Asesinos que se alzaban con una libra esterlina por cada par de oreja, testículos o cabeza de aborigen asesinado. Menéndez Betty, Martínez de Hoz, sociedades como La Anónima, fueron algunos de los pagadores por ese genocidio.
Había que deshabitar vastos territorios a como de lugar. Acción alimentada por la supuesta presencia del oro y ricos minerales en esas geografías. Cosmografía ocupada, por ese entonces, por los explotadores de esos yacimientos, casi todos extranjeros. El objetivo era eliminar a los habitantes originarios y al gauchaje rebelde como Facón Grande. Otras de las codicias era la de ocupar más y más tierras para la cría de ganado de todo tipo, preferentemente el lanar. Era la ambición desmedida, la de poseer riqueza a costa del genocidio de otros humanos.
Por otro lado, el colonialismo inglés empujaba y subvencionaba las expediciones como la del general Roca a través del Ing. White, Director general de los ferrocarriles ingleses. Antes, fueron las conquistas o expediciones de Martín Rodríguez, en 1820 y de Juan Manuel de Rosas, en 1829.
El alcohol fue una de las armas de penetración y domesticación, como así mismo la transmisión de enfermedades; una de ellas, la viruela en el norte del país. Estos sucintos hechos constituyen un capítulo ominoso para la historia Argentina que no le contaron a Vasconcelos.
EL MAL VIVIR EN LOS CONVENTILLOS
Tampoco le mostraron a Vasconcelos los conventillos, de cómo vivían hacinados los inmigrantes y criollos, obreros y artesanos. De la misma manera no le informaron de cómo se rebelaron las mujeres de esas residencias miserables el 7 de noviembre en 1907 haciendo retroceder a la policía; jornadas que preferimos llamar: LA REBELIÓN DE LAS ESCOBAS.
No le narraron los sucesos de la Semana Roja en 1909, ni la masacre en el año 1907 en el puerto de Ing. White (nombre dado a un puerto de Bahía Blanca en agradecimiento por su colaboración económica para llevar adelante la última Campaña del Desierto).
Igualmente, no se le informó sobre los estibadores antes y durante el velorio de los obreros reprimidos, ni la represión en los yerbatales y la Forestal (Era el poder del emporio inglés que funcionaba como un Estado dentro del Estado Nacional con policía “privada”, estos eran Los Cardenales)… en fin, algunos olvidos se les olvidaron a los informantes como Alfredo Palacios. Aún persiste ese olvido, que encubre la memoria de los pueblos. De esto nada sabía Vasconcelos.
Alberto Giraldo, otro panegirista de la Conquista al Desierto, decía por el año 1903: Neuquén es el nombre de un río pero tendrá que ser el de un cementerio; ahí el ejército mató más indios que soldados tenía.
El ejecutor del genocidio de la campaña al desierto, el colonizado, o el sicario de los ingleses, Julio Argentino Roca, decía: “El directorio de Ferrocarril del Sud como si tuviese una visión clara de futuro, sin hacer cálculos estrechos, sin vacilar un instante, acometió la obra que el gobierno requería en nombre ‘ de la seguridad nacional ’. No ahorró dinero ni tiempo ni esfuerzo y tendió los rieles que conectaban al puerto hasta Neuquén con una celeridad sin ejemplo entre nosotros. Este es un nuevo y hermoso testimonio de los beneficios que debe el país al capital y al genio emprendedor de los ingleses”.
CONTINUEMOS CON LAS ALABANZAS
Desde otra latitud, el nicaragüense Rubén Darío en Canto a la Argentina * decía:
¡ ARGENTINA ! ¡ Argentina !
¡ Argentina ! El sonoro
viento arrebata la gran voz de oro.
Ase la fuerte diestra la bocina,
y el pulmón fuerte, bajo los cristales
del azul, que han vibrado,
lanza el grito: Oíd, mortales,
oíd el grito sagrado.
Oíd el grito que va por la floresta
de mástiles que cubre el ancho estuario,
e invade el mar; sobre la enorme fiesta
de las fábricas trémulas, de vida;
sobre las torres de la urbe henchida;
sobre el extraordinario
tumulto de metales y de lumbres
activos; sobre el cósmico portento
de obra y de pensamiento
que arde en las poliglotas muchedumbres;
sobre el construir, sobre el bregar, sobre el soñar,
sobre la blanca sierra,
sobre la extensa tierra,
sobre la vasta mar.
* Fragmento del poema.
De no creer. Como nos cantaban. Tampoco le informaron a Rubén Darío el lado oscuro de la Argentina Universal. De cualquier manera no es para desmerecer ni desagradecer los trabajos de José Vasconcelos y Rubén Darío, entre otros. Todo un halago.
Otro fue Georges Benjamín Clemenceau, médico, periodista y político francés, que alcanzó el cargo de primer ministro y jefe de gobierno durante el régimen de la Tercera República Francesa. Nos visitó para el Centenario y se impresionó como el mexicano José Vasconcelos.
José Vasconcelos, Rubén Darío y Georges Benjamín Clemenceau son algunos de los visitantes que nos alabaron sin contenerse, ni practicar el recato. Estaban admirados. Observaron a la Argentina desde el puerto, lugar donde funciona la Aduana y es el domicilio del Poder Ejecutivo. Es decir, donde habitan los que mandan.
UN PENSAMIENTO OPUESTO
Este es el de Sir Winston Churchill quien, contradiciendo a todos los panegiristas, en 1915, decía de nosotros: “No dejemos que Argentina sea una potencia, arrastrará tras de sí toda América Latina… La estrategia es debilitar y corromper por dentro a la Argentina, destruir sus industrias, sus fuerzas armadas, fomentar divisiones internas apoyando a bandos de derecha e izquierda. Atacar su cultura en todos los medios. Imponer dirigentes políticos que responda a nuestro imperio. Esto logrará la apatía del pueblo y una democracia controlable donde sus representantes levantaran sus manos en masa en servil sumisión…”.
Producción periodística: Elena Luz González Bazán
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