Por Norelys Morales Aguilera
Mucho ha resonado el controvertido Premio Nobel de la Paz otorgado a Henry Kissinger por los contactos que encabezó con los combatientes de Vietnam contra la agresión de Estados Unidos, para las negociaciones de paz en París, en 1973, que no llevaron al fin del conflicto.
Los académicos suecos consideraron que su contraparte vietnamita, Le Duc Tho, también merecía el galardón, pero lo rechazó porque después del armisticio firmado el 23 de enero de ese año, los bombardeos norteamericanos continuaban. Tal decoro no era esperable de Kissinger, enamorado de su ego como pocos y capaz de jugar en ambos lados de la mesa.
Un comentarista ha señalado que Kissinger, a los 91 años de edad, en su último libro "Orden Mundial", regaña a Bush, sopla la mano a Obama y le entrega sus recomendaciones para abordar el mundo actual. Una de las más recientes ha sido la creación de un ejército mercenario global para luchar contra los terroristas, dirigido por el Congreso de EE. UU.
Pero, ha saltado a los titulares en estos días por hacerse público un plan para destrozar a Cuba, del llamado patriarca de la política exterior de Estados Unidos, una de las figuras más poderosas del Club Bilderberg, quien fuera secretario de Estado de 1973 a 1977, durante las administraciones de Richard Nixon y Gerald Ford.
The New York Times (1) informó de registros secretos del gobierno norteamericano recientemente dados a conocer que muestran que el secretario de Estado elaboró planes de contingencia hace cerca de 40 años para atacar Cuba en represalia por el despliegue de sus tropas internacionalistas para apoyar la independencia de Angola y contra el apartheid en Sudáfrica.
Los documentos dejaron de ser secretos a petición del Archivo de Seguridad Nacional, que los publicó (2) en Internet.
Un recuento sobre esos planes forma parte del libro reciente, "Back Channel to Cuba" (El canal oculto hacia Cuba), escrito por William M. LeoGrande, un profesor de la American University, y Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación Cubana del Archivo de Seguridad Nacional. (3)
Entre otras cosas, los documentos detallan una reunión del 25 de febrero de 1976 en la Oficina Oval, en la que Kissinger dijo al entonces presidente Gerald R. Ford: "Creo que vamos a tener que aplastar a Castro. Probablemente no podremos hacerlo hasta después de las elecciones".
Kissinger, en una reunión con los principales asesores de seguridad, entre ellos el futuro secretario de Defensa Donald Rumsfeld, comentó: “Si decidimos atacar, no podemos fallar. No podemos quedarnos a medias”. Kissinger se refería a otras acciones encubiertas promovidas por EE. UU. contra Cuba, como la invasión por Bahía Cochinos (Playa Girón) en 1961, según el memorando de la reunión.
El plan también contenía propuestas para un bloqueo militar a las costas de Cuba. La posibilidad de que un ataque al archipiélago provocara un conflicto armado con la entonces Unión Soviética también fue tenida en cuenta. Según dicho plan, “una nueva crisis cubana no conduciría a una retirada soviética”. De ahí que el documento advirtiera: “Las circunstancias que podrían llevar a Estados Unidos a una operación militar contra Cuba deben ser lo suficientemente graves como para justificar posteriores medidas de preparación para una guerra general”.
Los documentos secretos desclasificados también muestran que el plan preveía incursiones aéreas sobre puertos e instalaciones militares, incluidas las zonas entorno de La Habana, así como el envío de marines a la base de Guantánamo "para aplastar a los cubanos".
"Kissinger, dijo Kornbluh, según el The New York Times, el jugador de ajedrez global, se sintió insultado porque un país pequeño arruinara sus planes para África y estaba esencialmente preparado para llevar la fuerza imperial de EE. UU. a la cabeza de Fidel Castro".
"Puedes ver en la conversación con (el presidente) Gerald Ford que está “extremadamente apoplético”, afirmó Kornbluh, describiendo el lenguaje del entonces secretario de Estado sobre hacer un daño a Cuba, como "esencialmente agresivo".
Ante la indagación del The New York Times, Donald H. Rumsfeld, se negó a comentar. Obviamente Kissinger no podía tampoco opinar sobre su rabieta cósmica.
Los caballeros imperiales se sienten humillados con la política independiente y de principios de Cuba. Si bajo el mando y la inspiración de tales personajes, Estados Unidos no ha borrado a Cuba del mapa, no sería por falta de planes, sino porque a fin de cuentas saben que es un hueso duro de roer y que se pueden atragantar.
Pero, la hostilidad no ha cesado por todas la vías posibles. Las nuevas revelaciones vienen a confirmar que la dirigencia cubana les ha llevado la delantera con un pueblo que no se deja amedrentar. Mientras que se sientan los dueños del mundo, como las once administraciones que la Revolución cubana ha padecido, no habrá descanso, deseando la paz y defendiendo la soberanía. Poco no es.
Notas
(3) http://uncpress.unc.edu/books/T-7649.html
Colaboración para Cubahora.cu
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