Dirigentes venezolanos ante los féretros del diputado revolucionario Robert Serra y su compañera María Herrera, asesinados el pasado miércoles. Foto: AVN.
Por Bertha Mojena Milián
Robert Serra ha sido declarado culpable. La mano injusta de quienes no deberían existir lo declaró sin que la propia muerte le hubiera pedido hacerlo.
Ellos, quienes sean, le han arrancado a la vida una sonrisa y unas ansias eternas de lucha acumuladas en apenas 27 años de edad.
Lo ví de cerca hace unas semanas, organizando algunas de las mesas de trabajo del Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela, capítulo Juventud, mientras corría de un lado para otro, hablando a todos, veloz en su andar, sonriente siempre.
Después lo escuché hablar en las propias sesiones del Congreso, ardiente, vibrante, firme, sin miedos, convencido de lo que hacía, mencionando a cada instante al líder Supremo Hugo Chávez, impresionando a todos con las verdades que esgrimía con la misma sencillez con que se acercaba a la gente en las calles, en los barrios.
Era el diputado más joven del parlamento venezolano, pero uno de los más queridos por la manera en que hacía uso de la palabra, y actuaba según pensaba, fiel a lo que decía, como quien encierra en sí la experiencia de muchos y la claridad sobre el camino transformador escogido por este pueblo en Revolución.
Quienes lo conocían de cerca, lo recuerdan como si viviera en ráfagas, como si no le hubiera alcanzado nunca el tiempo, como si presentía que su andar por la vida sería breve y entonces quería hacer mucho más, siempre más por todo y todos los que le rodeaban.
Las noticias, el dolor, las reflexiones…
Desde las primeras noticias de su muerte, el pueblo venezolano ha estado en las calles. La primera reacción fue de incredulidad, como si muchos se resistieran a asumir la verdad, a creer que la ignominia y el dolor nuevamente pretendían frenar lo que tanto ha costado. Después todos supimos que era cierto y recordé entonces al Che: “En una Revolución se triunfa o se muere, si es verdadera”.
Los primeros momentos fueron de rabia, de impotencia, de sentir el pecho apretado y un fuerte nudo en la garganta. Más tarde surgieron los espacios para la reflexión, el apoyo, para escuchar a los que desde el gobierno bolivariano se dirigían al pueblo, a los familiares de las víctimas, al mundo. Me impresionaron entonces las palabras de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, en la Capilla Ardiente del edificio federal legislativo, donde se le rindió tributo al joven revolucionario, diputado y dirigente Robert Serra y a su asistente María Herrera.
Emocionado y con lágrimas en los ojos -como todos los presentes- pero de forma enérgica Cabello aseguró que este fue un crimen, un vil asesinato orquestado, planificado y bien ejecutado por el fascismo, que llena de dolor al pueblo pero que no detendrá la Revolución y la transformación que Venezuela decidió realizar desde 1989.
Recalcó que son bien miserables los que acometieron un crimen tal y que pagarán, que se les encontrará donde quiera que se metan y serán puestos frente a la justicia. Dijo a la oposición y a la derecha venezolana que no denigraran más su imagen y que dejaran los discursos de supuestas condolencias para justificar estos crímenes, pues solo el pueblo, que siente este dolor tan profundo, es capaz de reflejar verdadera pena ante los familiares y amigos.
Cabello recalcó también que no podrá frenarse el proceso bolivariano que se construye en bien de todos y que el ejemplo de Serra quedará impregnado hasta en los niños que dentro de 40 o 50 años le rendirán tributo y querrán ser como él, porque fueron formados por Chávez.
Horas después, el propio presidente Nicolás Maduro llegaba hasta la Capilla Ardiente a rendir honores a los jóvenes convertidos en mártires. Adolorido, lloroso pero firme, el presidente venezolano dijo también que este vil asesinato no quedará impune, que la investigación avanza rápidamente y que en los próximos días la irá dando a conocer junto al Ministro del Interior, Justicia y Paz.
Llamó a que los jóvenes en todo el país salieran con las banderas de la Revolución a demostrar su apoyo, a seguir en la lucha por un país mejor, porque son parte de la generación de oro que formó el Comandante Chávez e informó que 30 mil de ellos integrarán la Misión Jóvenes de la Patria “Robert Serra”.
Afirmó el mandatario, que más allá del asesinato físico por venganza, trataron de mandar un mensaje de odio y de muerte a la juventud que se levanta, arrebatando al más destacado líder juvenil de la Revolución, pero ante golpes tan ruines como este habrá que reponerse y continuar el camino de la independencia.
“Quieren enviar un mensaje de miedo”, precisó Maduro, a la vez que pidió la colaboración del pueblo para que junto a los organismos de inteligencia dar con los asesinos de Serra y disipar a los grupos terroristas. “Es una batalla de todo el pueblo contra el terrorismo, la violencia criminal, el sicariato, es una batalla dura”.
Anunció además, que se realizará una nueva arremetida en la lucha contra el contrabando y la guerra económica y que en las elecciones parlamentarias del próximo año se cumplirá lo que él y Robert habían hablado ya: que el 50 por ciento de los que integrarán la nueva Asamblea Nacional, serían jóvenes menores de 30 años.
Octubre, la justicia y el futuro…
Cientos de miles de personas acompañaron a Serra y a María hasta su siembra eterna, multiplicándose en el corazón y en las vibras de muchos que por calles y calles de Caracas caminaron este 3 de octubre junto a los féretros.
Allí estaban los principales dirigentes de este pueblo, ministros, alcaldes y hasta el propio presidente Nicolás Maduro, junto a niños, jóvenes y ancianos que vitoreaban consignas, reclamaban justicia, realzaban las letras del cantor del pueblo Alí Primera repitiendo una y otra vez “los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos”.
Tres días de luto nacional ha dispuesto el gobierno revolucionario, apenas unas horas antes de que se rindiera homenaje, este 4 de octubre, a la última ocasión en que el Comandante Chávez se dirigió a su pueblo en plena Avenida Bolívar, aquella tarde lluviosa e histórica del año 2012.
En el Cementerio General del Sur, quedarán los cuerpos victoriosos de estos jóvenes, allí, donde mismo se encuentran enterrados otros mártires del pueblo como Fabricio Ojeda, Jorge Rodríguez o los caídos el 23 de enero de 1989, víctimas de los años de terror que padeció Latinoamérica en los ' 60 y ' 70, de la “Historia de la masacre”, tal como lo definió el presidente venezolano.
Serra fue una voz brillante que nunca cayó verdades, por eso estorbaba, había que intentar eliminar la estirpe de hombre nuevo que representaba. Corresponderá al pueblo venezolano, a su gobierno, dar la batalla por la justicia, pero en el marco de la Constitución, de la paz, tal como se ha reiterado por estos días.
Octubre definitivamente, vuelve a jugarnos una mala pasada. Los cubanos hemos tenido también que enfrentar dolores como estos, que al decir del mandatario venezolano se cargan sobre las espaldas, se llevan por dentro, se lloran con el alma pero se sigue avanzando porque a los caídos se les honra con la lucha, la valentía y el trabajo diario.
Serra y María ya se han hecho miles, millones y habrá que hablar de ellos con la misma energía y la misma sonrisa con que defendieron sus ideas y la vida de su pueblo. Han entrado a cada casa, al pensamiento de cada joven, de todo hombre y mujer que luche por un mundo mejor, sin importar donde estén. Ellos no son ni serán parte del pasado, hoy representan el futuro.
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