Foto: Islamia
Por Eva Golinger
A medida que América Latina se prepara para la próxima Cumbre de las Américas en la Ciudad de Panamá, del 10 al 11 de abril, el tema que se avecina no solo va a ser el reencuentro tan esperado de Cuba con la organización, de la que fue excluida durante cincuenta años bajo presión de Estados Unidos, sino tambien el reciente acto de agresión contra Venezuela del presidente Obama. Toda la región ha rechazado por unanimidad la Orden Ejecutiva de Obama emitida el 09 de marzo de 2015 que declara a Venezuela “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”, y ha pedido al presidente de Estados Unidos que derogue su decreto.
En una declaración sin precedentes el 26 de marzo de 2015, los 33 miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que representa a toda la región, expresaron su oposición a las sanciones del gobierno de Estados Unidos contra funcionarios venezolanos, refiriéndose a ellos como “la aplicación de medidas coercitivas unilaterales contrarias al derecho internacional.” La declaración además manifestó “el rechazo del Decreto Ejecutivo emitido por el Gobierno de los Estados Unidos de América el 9 de marzo 2015″ lo cual la CELAC considera que “sea revertido”.
Incluso los aliados de Estados Unidos más cercanos como Colombia y México firmaron el comunicado de la CELAC, junto con países económicamente dependientes de Estados Unidos como Barbados y Trinidad, entre otros. Ésta podría ser la primera vez en la historia contemporánea que todas las naciones de América Latina y el Caribe han rechazado una política estadounidense en la región, desde el unilateral bloqueo de Estados Unidos contra Cuba.
Irónicamente, la justificación del presidente Obama para descongelar las relaciones con Cuba, anunciado en una transmisión simultánea con el presidente Raúl Castro el 17 de diciembre de 2014, se basó principalmente en lo que él llamó una “fracasada política” de Washington hacia la isla caribeña. Más de cincuenta años de sanciones unilaterales y hostilidad política sólo habían servido para aislar a Estados Unidos internacionalmente, mientras que Cuba reforzó sus propias relaciones con la mayoría de los países del mundo y ganó el reconocimiento internacional por su asistencia humanitaria y su solidaridad con pueblos hermanos.
Sin pausa, Obama abrió la puerta a Cuba, admitiendo el fracaso de Washington, y luego la cerró a Venezuela, implementando una política casi idéntica de sanciones unilaterales, hostilidad política y falsas acusaciones de amenazas a su seguridad nacional. Antes de que la región tuvo tiempo para celebrar el desprendimiento de la soga alrededor de Cuba, la misma fue apretada contra Venezuela. ¿Por qué, se preguntó la región, el presidente Obama impone una comprobada política fracasada contra otra nación en el hemisferio, especialmente durante un período de relaciones renovadas?
Teniendo en cuenta que la guerra permanente de Estados Unidos contra el terrorismo califica a cualquier presunta amenaza a su seguridad - sea de donde sea- un objetivo viable de su vasto poder militar, Venezuela no iba a sentarse tranquilo frente a un ataque inminente. La nación sudamericana inmediatamente lanzó una campaña internacional para denunciar la Orden Ejecutiva de Obama como un acto de agresión contra un país que no representa ninguna amenaza a nadie. El presidente Nicolas Maduro publicó una Carta Abierta al Pueblo de los Estados Unidos en el 17 de marzo de 2015 en el New York Times, alertando a los lectores sobre los pasos peligrosos que el gobierno de Obama estaba tomando contra un país vecino. La carta instó a los ciudadanos estadounidenses a unirse a llamadas demandando que Obama derogue su Orden Ejecutiva y levante las sanciones contra funcionarios venezolanos.
La región reaccionó rápidamente. Apenas 48 horas antes se de que fuera emitida la Orden Ejecutiva de Obama, una delegación de Cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), en representación de los doce países de América del Sur, había viajado a Venezuela para reunirse con funcionarios del gobierno, representantes de la oposición y miembros de la sociedad civil. UNASUR ha estado mediando el diálogo entre el gobierno y la oposición desde que las protestas antigubernamentales estallaron el año pasado y dejaron más de 40 muertes en el país y una inestabilidad generalizada. El hecho de que el decreto de Obama llegó justo después de la visita de UNASUR fue percibido como un desprecio ofensivo de la capacidad de América Latina para resolver sus propios problemas. Ahora Washington había intervenido para imponer su voluntad de nuevo. UNASUR respondió con un fuerte rechazo de la orden ejecutiva de Obama y exigió su inmediata abolición.
Además, varios países emitieron declaraciones individuales rechazando las sanciones de Washington contra Venezuela y su designación como una “amenaza inusual y extraordinaria” a la seguridad nacional de Estados Unidos. Argentina expresó que “la gravedad de dicha denuncia no sólo causa consternación por la dureza inusual de sus términos, casi amenazantes, sino que además provoca estupor y sorpresa… Lo absurdo e injusto de la acusación es lo que causa la consternación”. La presidenta Cristina Fernández dejó claro que cualquier intento de desestabilizar a Venezuela sería visto como un ataque a la Argentina también. El presidente boliviano, Evo Morales expresó su pleno apoyo para el presidente Maduro y su gobierno y criticó a Washington, “Estas acciones antidemocráticas del presidente Barack Obama amenazan la paz y la seguridad de todos los países de América Latina y el Caribe”.
El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, tuiteó que el Decreto de Obama debe ser una “broma de mal gusto”, recordando que tal acción indignante, “nos recuerda las horas más oscuras de nuestra América, cuando recibíamos las invasiones y dictaduras impuestas por el imperialismo… ¿Entenderán que América Latina ya cambió?”
Nicaragua llamó a la Orden Ejecutiva de Obama “criminal”, mientras que el ex presidente uruguayo, el muy popular José Pepe Mujica, llamó a cualquier persona que considera a Venezuela una amenaza “loco”.
Más allá de América Latina, 100 parlamentarios británicos firmaron una declaración rechazando las sanciones de Estados Unidos contra Venezuela y pidieron al presidente Obama rescindir su Orden Ejecutiva declarando a Venezuela una amenaza. Más de cinco millones de personas han firmado peticiones en Venezuela y en Internet a nivel mundial exigiendo derogar la Orden Ejecutiva.
Por otra parte, el grupo de las Naciones Unidas G77 + China, que representa 134 países, también emitió una declaración de firme oposición a la orden ejecutiva del presidente Obama contra Venezuela. “El Grupo de los 77 + China, deplora estas medidas y reitera su firme compromiso con la soberanía, la integridad territorial y la independencia política de la República Bolivariana de Venezuela…El G77 + China hace un llamado al Gobierno de Estados Unidos para que evalúe y ponga en práctica alternativas de diálogo con el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, bajo los principios de respeto a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos. En consecuencia, insta a que dicha orden ejecutiva sea derogada”.
Y luego está la declaración de la CELAC. La totalidad de América Latina ha rechazado esta última política regional de Obama, justo cuando él pensaba que había hecho incursiones pioneras al sur de la frontera. Como era de esperar, la Casa Blanca ha calculado mal las prioridades regionales, una vez más, subestimando la importancia de la soberanía, la independencia y la solidaridad para los pueblos de América Latina.
Si bien América Latina celebra la disminución de las tensiones entre Estados Unidos y Cuba, la región no va a cruzarse los brazos y dejar que Venezuela sea atacada. Si el gobierno de Obama realmente quiere ser un socio regional, entonces tendrá que aceptar y respetar la América Latina de hoy: una región fuerte, unida y repotenciada con una visión política colectiva de independencia e integración. Cualquier otra manera de relacionarse con la región, más allá de las relaciones respetuosas, basadss en los principios de la igualdad y la no intervención, sólo tendrá un resultado: el fracaso.
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