Gentileza: Aporrea.org
“La paz que hemos querido nosotros, por la cual hemos luchado durante mucho tiempo, ha sido siempre buscando que en este país se acaben las desigualdades…”
Manuel Marulanda Vélez
Nuestros corazones se regocijan y la esperanza en la reconciliación de la familia colombiana se multiplica, en este día de hoy en que las voluntades del pueblo más humilde y sufrido de nuestra tierra comunera, se vuelven un poderoso raudal movido por la fuerza irrefrenable del anhelo de paz. A él sumamos también nuestras energías, con la palabra empeñada en no retroceder ni desviar el rumbo; la senda trazada es y seguirá siendo, la de alcanzar la libertad en condiciones de dignidad para todas y todos los hijos del suelo que nos vió nacer.
Un saludo patriótico, cargado de fraternidad, extendemos desde las montañas de nuestro país y desde La Habana, al universo de marchantes hombres y mujeres, adultos y ancianos, jóvenes y niños. Lo hacemos como insurgencia que sueña la Nueva Colombia, confiando en que las enormes potencialidades del torrente humano que hoy tomas las calles de Bogotá y de muchos otros sitios de nuestro país, tendrá la fuerza transformadora que se requiere para superar la histórica guerra que nos desangra, instaurando hasta siempre la justicia social.
Creemos que es esta una de las más grandes, representativas y significativas expresiones, del compromiso que la mayoría de los colombianos tienen con la solución dialogada a la más larga confrontación política, social y armada que haya padecido el continente. Y ese hecho debe llamar la atención al gobierno de Juan Manuel Santos y al mundo que observa y se solidariza con los deseos de acabar con la tragedia fratricida que vivimos, en cuanto a que es la hora de interpretar y asumir con toda la determinación posible, el ingente clamor ciudadano por el cese al fuego, por el sostenimiento de los diálogos y porque se llegue a un acuerdo final, que colme las expectativas de las gentes del común. La paz no es del gobierno ni de las guerrillas, la paz es lo que nos yergue y nos moviliza a todos los colombianos.
Aparte de saludar con emoción, queremos felicitar a todos quienes convocaron, ayudaron en la organización de la Gran Marcha por La Paz, o están participando en ella. Pero sobre todo queremos expresar nuestra absoluto acuerdo con su causa y nuestra gratitud por cada esfuerzo hecho para llegar hasta los sitios de concentración a mostrar su apoyo incondicional a la Paz como derecho síntesis que es, como derecho sin el cual no son factibles los demás derechos, lo que hace que su conquista se haya convertido en el más grande y altruista propósito nacional que nos congrega y nos jalona.
Se ha dicho con toda razón, que La Paz es un asunto de la sociedad en su conjunto; de ahí que cobra mucha más importancia esta inconmensurable marcha y las actividades que la replican en el resto del país. Todo ello refleja los sentimientos de la conciencia colectiva, que es el factor a tomar en cuenta en primer lugar, para ir construyendo el Acuerdo sobre el que forjáremos el nuevo orden social del que surja la Colombia del futuro que soñamos. Pero esto implicará, definitivamente, sentar las bases de las reformas estructurales en el plano económico, político, social y cultural, rehaciendo por ejemplo, la malograda institucionalidad judicial que hoy padece su peor crisis y arrastra al propio sistema al abismo por cuenta de la descomposición irreversible de la Corte Constitucional.
Compañeras y compañeros, artistas de Colombia y el mundo que de manera especial acompañan la jornada, gentes del campo y de la ciudad que han puesto su abnegación para hacer sentir sus voces por tanto tiempo silenciadas o menospreciadas, y sobre todo a ustedes mujeres de Colombia que cada día abren con más vuelo y arrojo, los escenarios de la igualdad y reconocimiento que merecen, les decimos que en sus manos está la posibilidad de hacer realidad el sueño de libertad, justicia, de oportunidades, y un país menos pobre, sin miseria, sin desnutrición infantil, sin limosneros y sin saqueadores de las arcas del Estado.
Los colombianos tenemos derecho a hacer la paz a nuestra manera. Que nos dejen abrir caminos pensando desde nuestra propia realidad, desde nuestras propias tradiciones y creatividad, sin injerencias jurídicas extranjeras, privilegiando el derecho de gentes y la doctrina del margen nacional de apreciación, sobre las normativas de los entramados jurídicos, sin pasar por alto, que en estas largas décadas de conflicto, lo que el pueblo en armas ha ejercido, es el legítimo derecho a la rebelión.
Si hay que hablar de transición, que sea hacia la justicia social, que permita acabar con las desigualdades y con la negación de derechos económicos y sociales, cuando no civiles y políticos, a amplios sectores de nuestra sociedad.
A partir de estas reflexiones, con ustedes creemos, que no hay camino que presente mejores perspectivas para hacer realidad los cambios que necesita Colombia, que el de la Asamblea Nacional Constituye. Avancemos ya sobre esa senda; pongámonos en marcha hacia la paz.
Como dijimos en Oslo, al iniciar estos diálogos de la esperanza, “de los esfuerzos de todos y de la solidaridad del mundo, depende el destino de Colombia. Que la oración por la paz de Jorge Eliécer Gaitán ilumine nuestro camino: “Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan, tras la bondad de las palabras, la impiedad para los hombres del pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!”.
VIVA COLOMBIA
VIVA LA PAZ
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