Por Norelys Morales Aguilera
De la manera más dramática, como suelen ser los partos de la historia, desde aquel “Hombres estad alertas” de Julius Fucik, va resultando inevitable comprobar que entre “el viejo mundo que muere y el nuevo, que nos ha tocado ver apareciendo, surgen los monstruos”, que avizoraba Antonio Gramsci.
Nunca me pareció tan agridulce la Marsellesa, que después del discurso del presidente François Hollande a la Asamblea Nacional y el Senado reunidos en Versalles dos días después de los ataques terroristas en París el viernes 13. Es que estaban emocionados con un Hollande, allí una imitación a la francesa de aquel George Bush, que declaró la guerra contra el terrorismo tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, para solo profundizarlo y violentar la hipócrita democracia de los Estados Unidos.
Lo vivido hasta hoy es una confirmación contundente, no de manual, de que la política es la expresión concentrada de la economía. Los líderes de las potencias mundiales son fieles vasallos del capital, para decirlo en términos sencillos, y todo el aparataje argumental desplegado, no soslaya la desaceleración de la economía mundial, algo que muchas veces ha sido “resuelto” por la guerra. El planeta está más armado que nunca. Jamás los presupuestos militares fueron tan desorbitantes, ni hubo más armas nucleares. En ningún otro momento, el poder económico estuvo en menos empresas y menos hombres.
Sin embargo, los problemas acumulados, en términos de saqueo a las economías más débiles, la pobreza, las desigualdades de todo tipo, la devastación ambiental, en una feroz competencia por los mercados, las fórmulas de manejo del imaginario social, las nuevas tecnologías, las ciberguerras, los espionajes a individuos o a tecnologías; todo bajo el imperio de la dominación capitalista, han desembocado en fenómenos como el terrorismo, que no es ni por asomo un enfrentamiento cultural, como lo están planteando los gurús neoliberales, sino un terrorismo silencioso.
Son tan monstruos los intereses capitalistas y la acumulación insultante frente a la más depravada pobreza, como los terroristas de toda laya que generaron y han sido incapaces de combatir, porque la estrategia es la de la fuerza y la manipulación, como ha sido siempre el escenario de la guerra, no importa en qué época.
“El terrorismo actual es el fruto de la completa ausencia de principios del gran capital internacional… Ha ocurrido lo mismo que a mitad del siglo XX cuando Occidente se pasó de la raya en su apoyo al fascismo”, según una Declaración del Presídium del CC del Partido Comunista de la Federación Rusa.
No nos engañemos, que no es el cartero quien llama a la puerta, sino el fascismo puro, de la mano de señores políticos de poses estudiadas y pactos secretos, que nos afectan a todos.
Ahora París es el foco de atención, como si al mismo tiempo en Baga, Nigeria, por ejemplo, no hubieran sido ejecutadas 2.000 personas por terroristas y los medios lo minimizan casi con procacidad.
Pero la potencia francesa sí puede llamar a la guerra, aliada a Estados Unidos, al Consejo de Seguridad de la ONU y la OTAN. En boca de Hollande sigue empecinada en que la solución en Siria, la que hace cuatro años sufre ese mismo terrorismo que no han admitido, es el argumento hipócrita y tendencioso de la salida de Bashar Al Asad, mientras apoyan a sus terroristas “buenos”.
A Hollande le ha tocado la misión del patrioterismo más rampante para conducir a una Europa desgarrada por el neoliberalismo, por derroteros tan inciertos como fracasados de antemano, en un punto peligroso e incalculable, de la guerra mundial por etapas, salida del “gobierno mundial”, que pocos analistas serios dudan que se está verificando.
“Del cielo” le ha caído a la solución de la guerra los ataques terroristas, para el salvataje por la vía militar donde la OTAN y Estados Unidos llevan la voz cantante. Curiosamente, no olvidemos, que Bin Laden aparecía cada vez que Bush lo necesitaba, y Obama lo liquidó.
Antes y después de la alocución del mandatario a la nación, en un lapso de 24 horas, Francia bombardeó a Siria ilegalmente, como si el plan fuese que no hubiera plan. Dicen que los cazas franceses han golpeado al Estado Islámico en la ciudad de Raqqa. Según el Ministerio de Defensa, fueron diez aviones, Rafale y Mirage 2000, que lanzaron 16 bombas, alcanzando un centro de comando y un centro de entrenamiento de los yihadistas. Los cazas despegaron desde Jordania y Emiratos Árabes Unidos. ¿Resultado? Golpe de efecto hacia la ciudadanía francesa, puesto que Siria inmediatamente volvió a denunciar el plan de intervenirla.
Agencias y medios han publicado profusamente las líneas de mensaje del discurso de Hollande, que se resumen en: estado de emergencia, reforma de la Constitución, penas más duras y más policías en las calles. Mensajes confirmatorios del camino de Francia que, sobre la sangre evitable de sus ciudadanos, conduce las huestes por ahora.
Así remató el mandatario galo, para una Marsellesa, que estaba viendo destruirse valores en nombre de valores manipulados, arengando a los monstruos, nacidos en un mundo que muere y otro que nace: “Lo que ocurrió ayer en Paris y Saint Denis es un acto de guerra y, frente a la guerra, el país debe tomar decisiones apropiadas. Se trata de un acto de guerra perpetrado por un ejército de terroristas, Estado Islámico, en contra de Francia, en contra de los valores que defendemos en el mundo entero, en contra de lo que somos, un país libre que le habla al todo el planeta. Un acto de guerra preparado, planificado desde el exterior, un acto de barbarie absoluta. Porque Francia ha sido atacada de manera violenta, responderá de manera implacable en contra de estos terroristas. Francia está firme, activa, y triunfará de la barbarie como lo hizo antes, como nos cuenta la Historia. Mis queridos compatriotas, los que defendemos es nuestra Patria, pero es mucho más que eso. Son los valores de humanidad. Francia sabrá tomar sus responsabilidades y les hago un llamado a la unidad. Que viva la República y que viva Francia”.
¿Sí?, más argumentos para intervenciones francesas como las de Costa de Marfil, Mali, Chad, Congo, o la República Centroafricana. El único aporte sustantivo del presidente Françoise Hollande es probar que el capitalismo sigue siendo un fracaso, y en la lucha contra el terrorismo, es rotundo y funesto.
Cubahora.cu
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