Por Iroel Sánchez
“Suárez se jubiló pero viene a menudo por acá” me dijeron en la unidad militar donde se desempeñó hasta terminar su carrera profesional pero ese día no estaba y no he vuelto por allí aunque le dejé mi abrazo, dudando que se vaya a acordar de mi.
Algo después de conocerlo supe que está en una de las fotos del 8 de enero de 1959, donde las palomas se posan junto a Fidel y Camilo. Allí aparece con su rostro cetrino de campesino oriental convertido en guerrillero en la Sierra Maestra.
Por los días en que apareció en Longa, precedido de su leyenda de dos misiones anteriores en Angola, se decía que Fidel pesonalmente lo había designado al frente de nuestro Grupo Táctico como parte del refuerzo de la línea Menongue - Cuito Cuanavale, donde finalmente se decidieran la derrota del Apartheid y la independencia de Namibia. Pero por un tiempo pensé que era una especie de guerrillero mandando tanques y cañones con más intuición que conocimiento hasta que lo vi dar órdenes frente a un mapa que era absolutamente incomprensible para mi, a pesar de que acababa de graduarme de ingeniero con el correspondiente concentrado militar y los grados de teniente de la reserva.
La autoridad que imponía su presencia no evitó que en varias ocasiones tuviera que aguantar la risa ante sus salidas intempestivas pero geniales. Como aquella vez que ante una indisciplina formó un pelotón del Segundo Destacamento y les dijo: “Todos ustedes son unos hp” y ante la protesta de un soldado que reclamó, “Permiso, compañero Coronel”, se suscitó el diálogo memorable que me obligó a contener la risa:
-A ver…
-Yo no soy un hp.
-Ven acá, párate aquí… Todos ustedes, menos él, son unos hp.
Su vista le jugaba malas pasadas pero siempre tenía una salida, si uno de los soldados que pertenecía a la tripulación de su tanque lo sorprendía en un aprieto mirando el periódico, “Compañero Coronel, ese periódico está al revés”, su respuesta era tajante y a la vez divertida:
-Al revés, no, así leen los coroneles.
Gracias a él probé la carne de boa. Desde que en el pelotón de reparaciones capturaron el único bicho de ese tipo que he visto en mi vida, aseguró que era un manjar e invitó a compartirlo con él. Yo, que no tenía la menor intención de hacerlo me fui a otra unidad y regresé tarde pensando me había librado del dudoso placer pero al retornar, vi que me esperaba sentado a la entrada de su refugio: “juvenil, ahí está tu posta”. Y cierto, en el fondo de la cazuela quedaba un solo pedazo de aquella carne blanca que, contra todas mis expectativas sabía muy bien.
Ingenioso y creativo, ante los doscientos kilómetros que nos separaban de la Jefatura de la Brigada en Menongue inventó -con el nombre del vehículo que los soviéticos habían enviado a la luna- su “Lunajod”. Un camión GAZ con cañón antiaéreo de 37 milímetros encima, y con la cabina y el asiento del artillero cubierto de planchas de acero. En su jeep, con el “Lunajod” detrás, desafiaba posibles emboscadas e incursiones aéreas que, por suerte, nunca tuvo que enfrentar en aquella carretera hacia lo que llamaban “La Finca El Miedo”, cuyo recorrido sólo debía cubrirse en caravana o helicóptero.
A Suárez le debemos sus compañeros haber pertenecido a un extraño “imperio”, liberador y tercermundista. Que bromeaba con Napoleón era palabra corriente en Longa, lugar que llamaba imperio en concordancia con su admiración bonapartista que imagino relacionada con su condición de militar de baja estatura física. Pedro Prada, el reportero de la revista Verde Olivo que una vez nos visitó, publicó un reportaje donde aparecemos junto al “Lunajod” bajo el título “Longa fue un imperio” en el que Suárez le dice:
“Cuando tomamos el cuartel de Mayarí en 1958 yo era muy indisciplinado y estaba lejos de pensar como lo hago hoy. Pero siempre que me han dado una misión, me he dicho: “me voy a hacer dueño de esto aquí”. Por eso es lo del imperio y las bromas de Napoleón pero la verdad es que mi ídolo es Maceo aunque no le llegue a la montura”
A mi me daba la impresión de ser un poco temerario, en medio de una guerra donde todos andábamos con fusil, al menos cuatro cargadores, dos granadas, bayoneta y la máscara antigás, él sólo usaba su pistola. Ahora pienso en su edad, andar con todos esos andaribeles encima en medio del monte y con más de cincuenta años no debe ser fácil.
Nunca me pregunté cuántos años tenía Suárez, cuando uno es muy joven no se hace esas preguntas. Sin embargo, he estado sacando cuentas y me he percatado que ahora tengo los años que él tenía entonces, cuando dejó familia y comodidades para irse otra vez a vivir algo que sabía duro y riesgoso.
Del texto de Prada me acordé leyendo un artículo suyo, publicado en Cubadebate, sobre los juguetes en Cuba antes de la Revolución que me llevó a escribir sobre nuestra experiencia con los niños de Longa. Allí dije que Suárez merecía otro artículo, cosa que me confirmó Ermes, otro combatiente de nuestro Grupo que comentó en ese post, diciéndome: “Falta escribir sobre el coronel Suárez, toda una leyenda”. Desde entonces son varios los que me han detenido en la calle para preguntarme cuándo haría el post sobre él.
No fuimos amigos, pero para todos los que estuvimos en el 63º Grupo Táctico de la Brigada de Tanques de Menongue, Suárez era nuestro líder, un héroe legendario que nos envió Fidel con cuya dirección nos sabíamos invencibles. Por eso, si un día encuentro al Coronel Suárez, le daré el abrazo mío, el de Ermes y el de todos los que fuimos sus subordinados en Longa. (Publicado en CubAhora)
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