Por Alberto Pinzón Sánchez
Un análisis marxista - leninista; es decir, basado en el “análisis concreto de la realidad concreta” de la actual Colombia (lo cual incluye la determinación esencial de la historia material con sus desarrollos económicos y jurídico - político - moral) es lo que se ha abandonado y concedido desde hace más de 70 años, al Bloque de Poder Contra-insurgente dominante en Colombia (BPCi).
El cual, desde el inicio de su fundación (1962) con la recomendación secreta del general US Army Yarborough al gobierno de Lleras Camargo, siempre tuvo bien clara su meta política estratégica: romper la tesis de la combinación de todas las formas de lucha de masas, formulada unos años antes por el Partido Comunista Colombiano como táctica y estrategia, para resistir y derrotar la agresión militar anticomunista del conservatismo Ospino - Laureanista y Rojas Pinillista, representantes directos de la oligarquía entregada al imperialismo expansivo, surgido de los escombros de la segunda guerra mundial.
Desde este momento, no hubo un solo instante en que el Bloque de Poder dominante no atacara por todos los medios, y con todos los medios a su alcance, esa formulación diabólica de los comunistas: prensa, radio, televisión, cine, universidades, libros, cátedras, folletos, hojas parroquiales, pulpitos, conferencias episcopales, partidos políticos, discursos, parlamentos, asambleas departamentales, consejos municipales, juzgados, cortes supremas y, obviamente, las Fuerzas Militares y de policía, tanto oficiales como las paramilitares, estuvieron al servicio exclusivo de esa idea de odio estigmatizador y exterminador. Hoy, después de 70 años, los estigmatizadores cosechan las uvas de su propio odio y las secuelas destructivas de 70 años de un conflicto social y armado que espanta la civilización del hemisferio occidental.
Al exterminio ideológico siguió indubitablemente el exterminio físico. La cacería de conejos comunistas aterrorizados y desarmados, previamente ubicados por el pleonasmo de la Inteligencia Militar, se inició y solo un pequeño grupo de campesinos pobres y trabajadores del campo, que en la lucha política por sus reivindicaciones agrarias había aclarado sus conciencias llevando en sus morrales a la espalda algunos libros comunistas (un libro pesa más que una panela, decían chorreando sudor pero sonrientes), lograron sobrevivir malamente y crecer escondidos en las tinieblas de la manigua tropical colombiana resistiendo la persecución y la cacería, armados con machetes y unas cuantas carabinas de la guerra de los mil días. Y lo más terrible, hasta hoy.
Pero afuera del silencio de la selva, la prédica anticomunista y la persecución dieron resultado. La formulación leninista inicial de la combinación de todas las formas de lucha de masas empezó a ser maquillada hasta que finalmente fue reemplazada por una participación electoral exigua y fraudulenta que los incitadores del odio permitieron. Los conceptos leninistas de imperialismo y oligarquía financiera fueron emasculados y sustituidos por los diletantes y ambiguos modismos de “Elite” y “Panamericanismo”.
El análisis clasista de la sociedad fue remplazado por un análisis “bobio” y lateralizante entre izquierda y derecha. La lucha de masas con su movilización social amplia se sustituyó por la participación ritual en elecciones amañadas. Las antiguas alianzas tácticas con sectores de la pequeña y mediana burguesía radicalizadas, marginados y vapuleados por el imperialismo y la rosca oligárquica cipaya, fue reemplazada por su incorporación acrítica en un frente estrictamente electoral de izquierda, bajo el grotesco concepto maoísta - liberal de burguesía nacionalista revolucionaria. Y así, pudieron ser candidatos presidenciales de la izquierda Piedrahita Cardona, Pernía, Echeverry Mejía, Aljure, etc.
Hasta llegar, hoy día, a considerar a los Gurropines rojaspinillistas Moreno - Rojas (pícaros samperistas de siete suelas); a Petro, arrogante reliquia del militarismo rojaspinillista del M19 o al pelechador y renegado comunista Carlos Romero, con su clientela de concejal bogotano, como líderes de “Izquierda”. Y argumentando una gran apertura unitaria, a sellar alianzas electorales negativas con ropaje de izquierda, con el fiscal liberal de Samper Gómez Méndez o con los hijos liberales de López Michelsen, quienes buscaban cobrarle viejas cuentas liberales a Cesar Gaviria oponiéndose a su carnal Rafael Pardo. O con el conservador Yepes Álzate, interesado en quitarle los votos al pícaro de su hermano, ignorando la opinión popular. Como si la gente no supiera o se hubiera dado cuenta de quienes se trataba. Lo que se sembró se ha cosechado.
¿Están la oligarquía cipaya y el imperialismo sentados en una mesa dispuestos a pactar algunos acuerdos básicos para finalizar el tradicional e histórico conflicto social y armado de Colombia, como resultado de unas elecciones tramposas de las muchas que ha habido en Colombia?
¿O lo están; como resultado de no haber podido derrotar en 70 años de espantosa contrainsurgencia, la tenaz, incansable y heroica resistencia de masas (política y militar combinadas) de la insurgencia?
De la respuesta sincera a estas dos preguntas depende el futuro y la persistencia de la lucha de masas y la movilización social y popular por la Paz Democrática una vez se llegue al acuerdo final en La Habana, y el Partido Comunista Armado de las FARC se trasforme con su trípode estratégico (frente bolivariano, partido clandestino, ejercito miliciano) en un movimiento político y legal dispuesto a luchar abiertamente por las trasformaciones profundas que aún quedan pendientes para el futuro de la sociedad colombiana.
La combinación de todas las formas de lucha de masas no ha sido derrotada en Colombia en ningún momento. Mucho menos, la movilización social y popular. Ni política ni militarmente, porque responden a profundas necesidades sociales. En cambio, las momentáneas alianzas electorales diletantes y oportunistas con una burguesía nacionalista revolucionaria inexistente, fuera de no resistir el menor análisis teórico, lo único que ha cosechado fuera de legalizar el vetusto aparato electoral del Bloque de Poder Contrainsurgente, han sido sucesivas y desmoralizantes derrotas electorales y políticas.
Es hora de hacer un verdadero y serio análisis autocritico: Un verdadero debate. Está bien considerar el factor externo de la represión y exterminio contrainsurgente contra el pueblo trabajador, pero no es todo. Se debe examinar honesta y profundamente el factor interno por quienes honradamente se reclaman marxistas, sea de cualquiera de las vertientes que hoy enriquecen lo que llamaba Gramsci la Filosofía de la Praxis: Espulgar críticamente la teoría y la práctica con que se ha conducido durante todos estos espantosos años la lucha popular por la verdadera Democracia en Colombia. No hay otra forma de avanzar y hacer avanzar hacia adelante la rueda de la historia en Colombia y de no dejarse desmoralizar o paralizar por la contrainsurgencia electoral, ante el reto histórico que se nos está presentando. ¿Cuál es la demora?
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