Por Iroel Sánchez
Por estas fechas de 2011, la entonces Secretaria de Estado de EE. UU., Hillary Clinton, reía a mandíbula batiente cuando le comunicaban el linchamiento del líder libio Muanmar al Gadafi. “Fuimos, vimos, murió”, afirmó entonces una divertida señora Clinton que ababa de regresar esa misma semana en Trípoli donde se reuniera con los dirigentes del Consejo Nacional de Transición de Libia (CNT), aliados que terminaron sembrando el caos del cual aún Libia no se recupera.
Lo que sobrevino ya se ha visto. De la primavera árabe que prometió democracia y prosperidad a Oriente Medio, el baño de sangre no cesa de Irak a Libia y Siria, Egipto celebra unas elecciones con los militares en control y un 85% de abstencionismo sin que haya cesado la represión y la violencia, y en Túnez, reconocido con el Premio Nobel de la Paz por su "transición a la democracia", el Fondo Monetario Internacional dicta recortes, el desempleo crece y el turismo está en crisis luego de los atentados que costaron la vida de 60 turistas extranjeros este mismo año.
Toda una maravilla que, de no ser por la manera en que China y Rusia frenaron en el Consejo de Seguridad el intervencionismo estadounidense en la zona, luego de ver como se ha extendido el caos en Libia, ya tendría muy probablemente también ardiendo a Irán.
La recién comenzada actuación estelar de Rusia en Siria contra los extremistas del Estado Islámico ha impresionado a Occidente, según The New York Times. Pero sólo la obsesión de Estados Unidos por derrocar al presidente sirio Bashar Al Assad puede explicar el milagroso éxito mediático y militar del EI en una zona llana y desértica, en época de drones, aviones de reconocimiento y satélites con precisión del orden de los centímetros. Lo realmente impresionante es que en tales condiciones, una organización sin defensa antiaérea, aviación ni artillería de largo alcance haya logrado operar aparentemente en contra de la voluntad de las principales potencias occidentales y obtener -si es cierto lo que se dice- miles de millones de dólares en ingresos por la venta de petróleo extraído en las zonas que controla cuando las transacciones financieras, como cualquier mensaje de correo electrónico, pueden ser rastreados por los sistemas de vigilancia de la NSA.
Sin embargo, para las mentes que creyeron había armas de destrucción masiva en Irak cualquier cosa es posible, desde que un califato puede imponerse desde el Oriente Medio hasta Francia como que Cuba está apoyando las operaciones rusas en Siria con tropas en el terreno.
Lo cierto es que, lejos de avanzar hacia sociedades prósperas, la importación de soluciones desde Occidente ha terminado en un incremento de los fundamentalismos, la fragmentación de dos de las sociedades más secularizadas de la región (Siria e Irak) y ha desatado una ola de inmigrantes hacia Europa que no parece tener fin.
El 17 de diciembre de 2014, mientras anunciaba su cambio de política hacia Cuba, el presidente Barack Obama expresó: "Hemos aprendido por propia experiencia que es mejor fomentar y respaldar las reformas que imponer políticas que convierten a los países en estados fallidos".
Muchos de los que lo escuchamos pensamos en lo que sus decisiones han desatado en lugares como Libia, pero tal reflexión no lo ha llevado aún a modificar su postura con respecto a Siria, donde ya nadie espera una primavera sino el elemental derecho a vivir en paz.
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