Educación y dictadura hace 36 años... Educación y dictadura hace 36 años...       Por el Prof. Juan Carlos Sánchez, Director Editorial de Gacetillas Argentinas.   Resulta inevita...

Educación y dictadura hace 36 años...

Educación y dictadura hace 36 años...


 


 


 


Prof. Juan Carlos Snchez


Por el Prof. Juan Carlos Sánchez, Director Editorial de Gacetillas Argentinas.


 


Resulta inevitable elegir un tema determinado a 36 años del golpe cívico - militar de 1976. Si algo atraviesa todas las generaciones, sin dudas, es lo educativo y su particular tragedia, la cual parecería que quiere volver en la Ciudad de Buenos Aires.


En todos los niveles educativos, los genocidas hicieron sentir su pensar "occidental y cristiano" como también asfaltar el camino para el paulatino incremento de las escuelas confesionales y privadas en el nivel primario y secundario. Esto último, se consolidaría en democracia durante la gestión del Presidente Menem y su Ley Federal de Educación y de Educación Superior, y con un elevado gatopardismo durante la gestión del extinto ex Presidente Kirchner a través de la Ley Nacional de Educación.


El proyecto educativo de la dictadura tendió a eliminar todo vestigio de pensamiento crítico y fomentó el enciclopedismo. Leer capítulos enteros que, luego, se recitaban de memoria ante el docente de turno que, además, se consideraba superior ante sus alumnos; es decir, estudiantes...  Pero ello era tan sólo una parte. El uso de uniformes obligatorios, como cual escuela militar, era común en el nivel medio a nivel estatal. Ya sea el clásico saco blazer azul, el pantalón gris, la camisa celeste y la corbata azul, junto al escudo del colegio en el bolsillo del saco o la camisa, como acontecía en el "Hipólito Vieytes" de Caballito o el sencillo guardapolvo blanco, en clara continuación del nivel primario. Formar fila, al ingresar y al salir del colegio, con ese brazo imitando al nazismo en versión mínima y el saludo marcial, fueron otras de las características de la vida estudiantil durante aquellos años.


No obstante, había más... Pelo corto, cuyo límite debía estar dos centímetros arriba del cuello de la camisa, el cual se medía con una regla y si excedía una décima, era enviado de vuelta a su casa sin decir ni mu. Las chicas, con pelo recogido y sin maquillaje a la vista. No estaba de moda el uso de aritos, pero podemos imaginar la obligada censura.


En ese clima, vivimos muchos de la generación nacida durante los años ' 50 y ' 60. Donde había que escuchar la música prohibida a bajo volumen, no sea cosa que nos descubrieran. Por supuesto, las instituciones educativas seguían los mandatos de la cómplice Iglesia Católica. En muchas de ellas, la imagen de la Virgen era obligada y el paso por las aulas de personajes parroquiales era algo habitual, junto a la separación de escuelas para varones y para mujeres. La escuela mixta no podía existir, porque llevaría al pecado. Aún así, los amores adolescentes florecieron a raudales.


Y lo curricular no quedaba atrás. El estudio obligado del Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional fue el caballito de batalla de la asignatura Educación Cívica, relegando a la misma Constitución Nacional. No existían los derechos individuales, salvo aquellos que estimularan la libertad de comercio. El liberalismo económico estaba a salvo. Del mismo modo, lo histórico en clave de enciclopedia, para lo universal y de bronce, para nuestra historia reproducían lo escrito en aquellos libros de Ibáñez y de otros autores afines a la dictadura y a la pesada herencia de Bartolomé Mitre.


Nada se podía discutir. Debatir, ni soñarlo. Época de clase tradicional, donde el docente se erigía en el poseedor de la verdad y en el gran elector del futuro de la vida de los estudiantes. Docentes que gozaban con el aplazo sistemático en divisiones de 40 o 50 jóvenes estudiantes. Y pareciera que ello quiere volver de la mano del Ministro Bullrich y de Mauricio Macri.


Hoy, lo educativo pretende ser conducido por la Iglesia Católica como en aquella época. Y el Estado es responsable. No podemos olvidar el Congreso Pedagógico Nacional en 1984, donde los jerarcas eclesiásticos sabotearon las propuestas innovadoras para la educación argentina. Del mismo modo hicieron con el Congreso Pedagógico de la Ciudad, impidiendo su realización y donde estaba destinado el ex - Legislador de la Ciudad Carlos Abrevaya, el impulsor del proyecto alternativo que tuvo que ser aprobado para eliminar las Juntas de Clasificación Docente y de Disciplina, en pago a sus favores por el PRO.


Ayer, no se entregaban los diplomas a los egresados con un fuerte perfil de izquierda o que se suponía que lo eran por parte de las autoridades escolares, como ocurrió en el "Hipólito Vieytes" y otras tantas instituciones educativas estatales de nivel medio, como también eran secuestrados estudiantes y docentes comprometidos con lo popular, como María Claudia Falcone y Roberto Santoro.




Hoy, si hablamos de desapariciones podemos hacerlo acerca de la Educación Pública en la Ciudad de Buenos Aires. El cierre de cursos que ha dispuesto Max Gulmanelli, el funcionario eclesiástico en el Ministerio de Educación de la Ciudad, es tan sólo la primera parte de lo que se viene. Como quien dice, es la punta del iceberg. Con seguridad, el mes próximo se acentuarán los cierres por la aplicación del nefasto Decreto Nº 1990/97, el cual será el fundamento para ello y sin contar con alguna modificación tendiente a correr otra vez la línea para llegar, al igual que durante la dictadura, a cursos de 40 y 50 estudiantes, los cuales, no obstante, ya existen en la zona sur debido a la falta de construcción de escuelas desde hace más de 30 años, según lo que expresaba un antiguo informe de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad.


Pareciera que todo vuelve. Pero no es casualidad. Sucede que Mauricio Macri es un excelente alumno del Brigadier Orlando Cacciatore, el fallecido ex Intendente de la Ciudad durante la gestión del genocida Videla y un excelente amigo de la Iglesia, junto con Gabriela Michetti, pues ambos gozan de la estima del Cardenal Jorge Bergoglio.


Pero lo curricular también sigue la misma senda, en algunos casos, porque no es casualidad que la Constitución Nacional sea una unidad a tratarse en el final de los cursos de Instrucción Cívica, como tampoco lo es la justificación del límite al goce y ejercicio de los Derechos Humanos para salvar los incumplimientos estatales sistemáticos que hoy encontramos en democracia. Afortunadamente, muchas y muchos docentes hacemos lo que debemos: enseñar el fundamento de los derechos; es decir, la Constitución Nacional, al iniciar los ciclos lectivos, como también enfatizar sobre las viejas y nuevas violaciones a los Derechos Humanos que se cometen a diario y sin cesar.


Entre ayer y hoy, mientras se suceden los repudios a la mayor tragedia argentina del siglo XX, no podemos dejar de observar el renacimiento de aquellas normas y valores de la mano de la política educativa, la que sigue privilegiando la formación para la empresa antes que para la vida, para el trabajo antes que para la ciudadanía. Y como bien expresaba la fallecida compañera Adriana Calvo, el Estado es responsable...


Aún hoy no hay rupturas contundentes con respecto a los cimientos educativos de la dictadura. Parecen invisibles. Pero están. Siguen vivos. En la política educativa nacional, a través del cierre de la paritaria y de las alegrías ministeriales por los convenios con los sectores empresariales, con el poder económico que supo ser cómplice de los genocidas, junto con la supuesta alfabetización informática que seguramente no llegará a las escuelas rurales del Chaco o de Formosa. Ni pensar en los pueblitos de Catamarca, La Rioja, Salta y Jujuy. Con el pleno auge de las universidades privadas, con el achicamiento en la Universidad pública; sobre todo en la UBA, de la mano de la todopoderosa Iglesia que sigue teniendo el poder para perpetuar el orden establecido, como cómplice del capital. Y en la Ciudad de Buenos Aires, ello resulta notable cuando, en el lapso de casi más de 30 años, las escuelas confesionales, junto al resto de las instituciones de educación privada, sitiaron a las escuelas de la Ciudad y ahora pretenden, con la colaboración del poder político, hacerlas desaparecer inclusive en aquellos barrios donde la pobreza y la indigencia son moneda corriente.


Y no habrá ruptura posible, hasta que la acción decidida de docentes, padres y alumnos sea contundente y masiva. Los docentes de la provincia de Santa Fé, nucleados en Amsafe, son el ejemplo y el punto de partida para la construcción de una fuerza política y educativa capaz de doblegar a las estructuras políticas y eclesiásticas.


De otro modo, la Educación de la dictadura seguirá perpetuándose para consolidar el galpón educativo para los pobres y la formación para el trabajo y los estudios superiores para las y los hijos de la burguesía. Y a 36 años, es hora de construir otra Educación. Aquella que permita el ejercicio del pensamiento crítico y de la creación permanente, del cultivo de los valores de solidaridad y humanidad; en suma, de una formación para la vida y la ciudadanía...

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