Gentileza: FM Dale
No pudimos estar. Pero nos sentimos como si nuestro cuerpo y alma reposara en la Plaza San Martín de Venado Tuerto. Otro año de injusticia ha pasado, mientras Mandelli y sus secuaces continúan sus vidas. Pero la barbarie de uniforme no ha terminado. Continúa. Y flota el caso de Cristian Loza en el aire enrarecido venadense.
Cada vez que anduvimos por esa patria sojera, al caminar por sus calles, nos dimos cuenta de un entramado social más afín al lema "Patria, Familia y Propiedad" de los Béccar Varela. Nada extraño en aquellas tierras tapizadas de verde y que se reproduce en las relaciones sociales y de producción.
Rejas, cámaras, seguridad privada y toda la parafernalia represiva para que, en teoría, cuiden las pertenencias de unos pocos. Otros, muchas y muchos viven en la precariedad de sus salarios y de sus empleos. Mientras algunos circulan con sus 4 x 4, otros apelan a la bicicleta y al ciclomotor. Un contraste inigualable.
Si vamos por la noche venadense, es posible ver la diversión desenfrenada de la juventud de la soja. Nada, ni nadie, los para. Son los hijos del poder económico y político que no pueden ser tocados por autoridad alguna. Pero los pibes de los barrios son acosados, perseguidos, intimidados por el azul uniforme. Y tal vez, "suicidados" en alguna comisaría.
Ana Braghieri, la madre de Clemente, ha interpretado esa voz social. Ya no es solamente la lucha por Clemente sino por todas y todos los pibes. E intenta, de alguna manera, que se abran los ojos de una burguesía que tiene una discapacidad sensorial demasiado importante: no ve ni oye estas advertencias acerca de la inutilidad de las "medidas de seguridad" y del pedido de "más policía".
No tenemos dudas. Estamos convencidos. La policía, La Santafesina S. A. como la definiera el colega Carlos Del Frade, continúa con sus buenos negocios. Con las cámaras, ven cuando se van los dueños o habitantes de las viviendas y allí mandan a los delincuentes, con quienes reparten el botín. O intentan reclutar a las y los pibes de los barrios para que roben por su cuenta y orden. Y sabemos que eso ocurre. La mejor muestra es el caso de Luciano Arruga, el pibe que se negó a robar para la policía.
Pero, además, la burguesía venadense tiene una discapacidad mental sorprendente: se deja llevar por los cantos de sirena mediáticos. Ni siquiera se pregunta si es verdad lo que los medios dicen o manifiestan acerca de los hechos delictivos. Y la madre coraje venadense lo viene advirtiendo año tras año, acto tras acto, para que despierte del letargo impuesto por el poder, por este sistema capitalista que, como definió el Che, "es el genocida más respetado de la historia".
Seremos pocos, pero fieles. Presentes o a la distancia. Al igual que Ana, seguiremos luchando por las y los pibes de los barrios. Y también para que, alguna vez, podamos cambiar algo -en realidad habría que cambiar todo- de esta realidad tan lúgubre que, tras las elecciones de octubre, puede convertirse en otra larga noche en esta Argentina problemática y febril.
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