Foto: Gentileza Veracruz en la noticia
Por Ilka Oliva Corado
Esta es una clínica comunitaria que atiende a personas de bajos recursos, en su mayoría los pacientes somos latinoamericanos indocumentados y afro descendientes. Tienen un equipo de trabajo bárbaro, me refiero en lo humano, en lo solidario, en lo comprensivos que son. Saben con qué tipo de comunidad trabajan y las carencias económicas y de cualquier índole con la que llegan los pacientes. No sé por qué razón pero cada vez que llego siento que estoy realizando alguna práctica de psicología. Regreso en el tiempo a mis años de estudiante. Aunque soy paciente, emocionalmente por la atmósfera que ahí se da eso sucede conmigo.
Voy a realizarme un electrocardiograma, los exámenes generales y el papanicolaou. Me da exactamente igual si quien los realiza es hombre o mujer, no tengo preferencias. Por eso los doctores cuando me ven ni se inmutan, saben que cualquiera de ellos me puede atender.
En el personal hay de todo, gringos, hindúes, afros, latinos, asiáticos. Me toca una doctora cubana que me encanta, ella es toda Cuba. Tiene su esencia, la sangre revolucionaria, ese acento imperdible, la camaradería, y una Memoria Histórica que de verdad…, es de las pocas cubanas que no hablan mal de Cuba y que la defienden. Cuando la veo aparecer me da orgullo, porque a pesar de que la trajeron niña a este país y que su formación es estadounidense, ella es cubana de pies a cabeza y se le nota a leguas.
Me encuentra sentada en la silla del cubículo. A ver chica qué te trae por aquí hoy. Las hormonas doctora las tengo locas. Ay, chica pero si estás en la mera edad de la calentura, es normal que estén así. Me saca la primera carcajada, dice las cosas con un desparpajo que en lugar de incomodar alegra el instante. La edad es que la calentura la tuve de los 28 a los 31, usted me hubiera visto, agarraba fuego. ¿Y lo apagaste por lo menos? Otra carcajada. Chica porque es lo que corresponde. Doctora si le contara mis aventuras sexuales no me las creería. Pues cuenta que estoy ansiosa por escucharte. No paro de reír.
Me realiza el electrocardiograma. Después de que una enfermera me saca sangre voy de nuevo al cubículo, toca el examen de papanicolaou. Entra y me pregunta si estoy de acuerdo en que entre un grupo de estudiantes de medicina a ser parte del examen, porque están en sus prácticas. Quitada de la pena acepto. Son como 21 y llenan el cubículo. Yo estoy ahí en la camilla, con las piernas abiertas de par en par dándoles las bienvenida. Una colurosa bienvenida.
Entre los estudiantes hay gringos, asiáticos, europeos y afros. Les hablo en mi parco inglés: bienvenidos, siéntanse como en su casa, por favor con toda confianza que para eso están aquí, para aprender, pregunten todo lo que quieran, toquen todo lo que gusten, que yo aquí feliz de poderlos ayudar. Me aplauden con euforia. La doctora sonríe orgullosa.
Y ahí estoy yo con 22 personas que están examinando mi vagina revés y derecho. Dedos por aquí, dedos por allá y es imposible que mi carne débil resista a tanta provocación. Porque debo decir que son caricias, para nada bruscos los estudiantes. Las manos de la doctora las conozco muy bien, los tiempos, la forma en que examina. Por cómo tocan puedo notar qué estudiantes están nerviosos, y entonces me doy a la tarea de decirles: relájense que es solo un examen de papanicolaou y eso es solo una vagina, verán muchas a lo largo de sus vidas. Las carcajadas de todos no se hacen esperar y se acercan y me abrazaban, con aquellas expresiones de alivio. Si yo fuera estudiante de medicina me encantaría toparme con una paciente así. Siempre trato de ponerme en los zapatos de los demás.
Hubieses sido una excelente doctora, me dice la doctora cubana. Pues es el sueño frustrado de mi mamá, ella quería que estudiara medicina. Dice que soñaba ver en bata blanca a su hija negra y decirle doctora, pero ya ve que los caminos de la vida son tantos… ¿En qué trabaja? Pregunta un estudiante. Limpio casas, cuido niños y de todo un poco, soy mil usos. Es una lástima, usted conformaría un excelente equipo de trabajo con nosotros, es una maestra por naturaleza. Me sonrojo. Ya dejen de estarme diciendo cosas, y a lo que vinieron que es a meterme mano. Todos vuelven a reír a carcajadas.
Entre tanto roce mi piel se eriza, comienzo a sentir cómo va subiendo la temperatura, y mi mente pornográfica comienza a maquinar. Es imposible mantener la compostura, mis caderas despiertan, mis muslos arden, mi cuerpo entero comienza convertirse en una hoguera. Doctora, ¿es necesario que esté aquí como momia sin moverme con tanto placer?, no podré reprimir tanto orgasmo. Todos sueltan estruendosas carcajadas. Ay, chica, ¿pero qué haré contigo? Lo que usted quiera doctora, lo que usted quiera.
Es que no tenés compostura ni volviendo a nacer. Sí, eso me dicen todos. Pero no se salga por la tangente, mire que no es usted la que está aquí de piernas abiertas, siendo sobada por aquí y por allá, esas fricciones están de lujo, no todos los días una mujer es acariciada por 22 pares de manos. ¡Compréndame por favor! Es que ya hasta la respiración se me agitó, no mira que me puedo morir aquí ahogada, y qué cuentas va a entregar. ¿Se murió de papanicolaou? Seré la primera mujer que muera de papanicolaou y usted será la culpable. Usted y estos 21 que de nuevos no tienen nada, son expertos en vaginas, clítoris y demás profundidades. Las niñas ríen, porque hay niñas en el grupo, es un grupo mixto. ¿Murió de orgasmos? ¿Así escribirán en el reporte? ¿Ella murió por contener los orgasmos? Mire que es tan dura la vida como para que uno ande por ahí reprimiendo orgasmos. ¡O me dejan ser, o ya no me tocan! Todos reímos sin parar, unos están doblados sosteniéndose en la pared, la doctora llorando de la risa.
Continúan con el examen, la doctora pregunta, ellos contestan, unos tocan, otros introducen sus dedos y aquello es una comparsa tan bien sincronizada que me va a reventar el corazón en cualquier momento, soy una bomba de tiempo. Les doy tiempo a que todos, uno por uno revisen, pregunten, practiquen. Al final de cuentas es solo una vagina, el cuerpo humano es maravilloso si lo vemos sin morbo.
Finalizan y me dejan encendida en una hoguera. Les pregunto lacónica: ¿y ahora cómo pretenden que me baje esta fiebre invernal? ¿O acaso dirán que son las hormonas de la edad? Ustedes y solo ustedes son los culpables de que yo esté aquí a punto del delirio. ¿Por lo menos hay una regadera aquí para ducharme con agua fría? Salen mientras me visto. Al final los veo a todos formados en el pasillo, con sus números de teléfonos anotados en un papel, me hacen rueda para abrazarme y agradecerme lo ameno del examen, quieren que vaya a visitarlos a la universidad, me quieren presentar a sus profesores. Recibo los números de teléfono y los abrazo encantada.
Comienzo a alejarme por el pasillo y reparo en que la gracia y la energía de la juventud siempre será la misma porque es atemporal. Esa inocencia que se llevan las nieves del tiempo. Y también en que si nosotros podemos ayudar en el aprendizaje, en el descubrimiento, en abrir la puerta a otras personas hay que hacerlo porque es nuestro deber humano. Al final de cuentas en ciertas circunstancias, ¿qué es el pudor? Es como el orgullo, que no sirve para nada. Todo lo que damos regresa, pero demos sin pensar en que algún día volverá a nosotros. Sigamos aprendiendo de la vida, aprendiendo de otros, compartiendo nuestro conocimiento, que al final es ésa nuestra misión en esta tierra, que de llevarnos al final del camino, ni los suspiros.
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