¿Rémoras o mulas muertas? (ANNCOL) Ordoñez jura ante Uribe Foto : El Espectador (Colombia) Por Alberto Pinzón Sánchez Los colombianos, con escasa o ninguna tradición mar...

¿Rémoras o mulas muertas? (ANNCOL)

Jura Ordoñez

Ordoñez jura ante Uribe

Foto: El Espectador (Colombia)

Alberto Pinzon Sanchez

Por Alberto Pinzón Sánchez

Los colombianos, con escasa o ninguna tradición marítima y poco familiarizados con el pez rémora, un pequeño pez cartilaginoso que se adhieren en multitud fuertemente al casco de las naves, y según los antiguos latinos (de donde procede esta palabra) impedían el correcto fluir de los barcos sobre el mar; la remplazaron por algo más cercano a su cotidianidad y significaron un obstáculo al libre paso de los caminos que de las Provincias conducían a la capital Bogotá, con la imagen de un mortecino de una mula muerta.

“Está atravesado en el camino como una mula muerta” es un dicho generalizado del habla colombiana, y eso son el dúo solitario y aislado de Uribe - Ordoñez, empeñados fanáticamente en que la justicia verdadera y moderna no los alcance, convirtiéndose en el último obstáculo para que el acuerdo definitivo para finalizar el conflicto social y armado de Colombia se alcance.

Y decimos último obstáculo, porque las otras dos vallas impuestas por JM Santos al iniciar el proceso de La Habana con el fin táctico de generar “incertidumbre” : 1 - El de negociar en medio de la guerra y 2 - el de que nada está acordado hasta que todo esté acordado;  venturosamente han sido saltadas con gran habilidad política por los delegados de paz de la insurgencia, responsables de la tarea (táctica y estratégica) a ellos encomendada por la fuerza social que representan, de sacar adelante y con éxito la solución política al conflicto interno y finiquitar el proceso de paz iniciado con ceses de fuegos unilaterales, propuestas concretas para pasar los impases, y conquistar acuerdos en los puntos “tacos o tapones” que han atrancado el fluir de la vida económica y social de Colombia durante todos estos años de crisis generalizada y conflictividad social que permitieron el rebosamiento de materia fecal de la taza del inodoro con la que se intentó enquistar y contener el llamado conflicto interno colombiano: 

En la base económica: uno, la “cuestión agraria” verdadera madre del cordero y otro, el asunto de las "drogas”, pretexto geopolítico para la dominación absoluta de los EE. UU. sobre Colombia y la región, y cuya cadena comercial se inicia precisamente en la miseria en el campo y de los campesinos pobres y despojados (a quienes siguiendo la lógica acumulativa del capital se les ha intentado infructuosamente exterminar) y concluye en el lavado internacional de dólares y en el problema de salud de millones de personas adictas en el mundo.

Y en la supra-estructura jurídico - política: Uno, el llamado “asunto de la política” (denominado en el acuerdo participación política) para resolver 70 años de “democracia genocida” (200 mil ajusticiamientos políticos, 50 mil desaparecidos, 7 millones de desplazados, 8 millones de hectáreas despojadas, etc.) mostrada falazmente al mundo, durante todo esas décadas por el oligopolio mediático contrainsurgente, como la democracia más antigua de América y otro, el “asunto de las víctimas”, uno de cuyos puntos más importantes es el acuerdo sobre Justicia Transicional recientemente logrado, con el cual se pretende superar el crónico estado de impunidad oficial que forma parte de la estructura de dominación ejercida durante estas 7 décadas de conflicto por el Bloque de Poder Contrainsurgente, conformado sobre el eje de acero de la dominación geoestratégica imperialista norteamericana, sobre el cual giran las ruedas dentadas del ejército del medio millón de hombres y el 5,5% del PIB, los 80 grupos de paramilitares oficiales, los grupos económicos o cacaos, las multinacionales, la economía subterránea de lavadores de dólares y narcotraficantes, el oligopolio mediático, la justicia impune del contrato para mis amigos y la ley para mis enemigos, y los cooptaditos de las clases subalternas.  

Los otros dos pactos, como refrendar los acuerdos alcanzados y permitir a las FARC convertirse en un partido político moderno, forman parte de lo que se ha dado en denominar los mecanismos para la finalización del conflicto.

El proceso de paz de La Habana y gracias a la flexibilidad mostrada por los delegados de la insurgencia y a su madurez política que ha sabido superar las alevosas y cobardes provocaciones de JM Santos, como la muerte de Alfonso Cano y de Jairo Martínez; con lo que se ganado el respeto del gobierno de los EE. UU. (sin el cual es imposible finalizar la guerra en Colombia) y de sus más importantes aliados de Europa, así como también de los gobiernos latinoamericanos y caribeños, y en general de la comunidad mundial y la ONU; ha llevado al gobierno de J M Santos a un verdadera situación en donde le saldrá más costoso recular o echarse para atrás que avanzar hacia el acuerdo final. Es el momento en el que estamos.

La entendible pataleta de Uribe Vélez y su nefasto alter ego leguleyo - religioso Ordoñez no es más que la incapacidad de comprender el “momento concreto de la situación concreta” y tratar de atravesarse en el camino de la finalización del conflicto interno colombiano como mulas muertas (prefiero llamarlos rémoras) para contener con las manos la peña de las responsabilidades objetivas que se les vino encima y frente a las cuales, tarde o temprano, de acuerdo al Derecho Internacional Humanitario (DIH) incorporado al acuerdo de Justicia Transicional rige para las DOS PARTES en conflicto. La comparecencia ante el tribunal correspondiente ya se dará y no podrá ser abortado por la sospechosa precipitud actual del Fiscal Montealegre.

Sin embargo, “no hay nada más cobarde que un dólar” y esa es la base objetiva y subjetiva que impregna los titubeos, indecisiones, vacilaciones y los bandazos que está dando el presidente de los colombianos JM Santos, en estos momentos, cuando se requiere de un temple contrario: resolución y valentía para avanzar en la única senda posible para el futuro de Colombia y los colombianos, en una región geográfica destinada como la soñó nuestro padre Simón Bolívar: a la paz soberana y la esperanza.

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