OPINION - RECUERDOS DE UNA MAESTRA VILLERA, POR LA PROF. MARÍA CRISTINA SABORIDO SUMARIO 1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - RECUERDOS DE UNA MAESTRA VILLERA, POR LA PROF. MARÍA CRISTINA SABORIDO. ...

OPINION - RECUERDOS DE UNA MAESTRA VILLERA, POR LA PROF. MARÍA CRISTINA SABORIDO

SUMARIO

1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - RECUERDOS DE UNA MAESTRA VILLERA, POR LA PROF. MARÍA CRISTINA SABORIDO.


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From: maria maria

Sent: Monday, June 08, 2009 2:29 AM

To: GACETILLAS ARGENTINAS - REDACCIÓN

Subject: RECUERDOS DE UNA MAESTRA VILLERA, POR LA PROF. MARÍA CRISTINA SABORIDO

DISTRITO DE ALMIRANTE BROWN


TODAVÍA JUAN… todavía


(Barrio “La Gloria”)


Eran otros tiempos y era otra la escuela.


También eran otras las maestras y también eran otros los alumnos.


Los alumnos de aquella época eran alumnos que esperaban a la “seño” en la esquina de la escuela.


Y la acompañaban a la “seño” que llegaba cansada de caminar las veinte cuadras desde la parada del colectivo hasta la escuela.

Y la abrazaban,y se le colgaban del brazo y le llevaban las bolsas y las cartulinas y se peleaban por ser los portadores de la cajita de tizas que la seño siempre llevaba, porque así eran las cosas en aquellos tiempos de mi juventud y de mi docencia en las escuela de las villas.


Las “seños” de aquella época viajaban a “dedo”.


Nadie pensaba mal entonces.


Las maestras usaban el “dedo” para viajar hasta esos destinos que el Consejo Escolar entregaba a las maestras que, amontonadas y en fila, esperaban las designaciones para ir en forma inmediata a cumplir funciones.


Dobladita y en forma de cucurucho, así llegaba la designación a nuestras manos.


Podía ser “Barrio Lindo,” podía ser “Barrio La Gloria”, podía ser…


Siempre estaban.


Algunos con zapatillas, algunos con guardapolvos, otros sin guardapolvos, todos con los mocos colgándoles de las narices que el frío del invierno empujaba hacia afuera.


Y los cachetes colorados, casi violeta los cachetes.


Cuando la piel de los alumnos es como el color de la tierra, los cachetes se ponen violetas no colorados.


Y la escuela.


Y en la escuela, el mástil con la bandera enroscándose en el mástil por la fuerza del viento que era más viento y era más fuerte en el descampado en el que se encontraba la escuela.


Y el turno “intermedio”.


Si, tres turnos de tres horas cada uno.


Una hora menos de clase.


Porque así eran las cosas para las escuelas de la villa, que eran escuelas de chapa y cartón.


Y las aulas.


Sin ventanas por donde el frío entraba a sentarse junto a los niños pobres y a las maestras villeras.


Y la costumbre.


De sentarnos bien pegaditos, uno juntito al otro.


Para darnos calor con nuestros cuerpos.


Y para disimular la pobreza o para burlar al frío.


Y el otro calor.


El que nos encendía el alma y que salía de la cocina pequeña donde las porteras con el delantal de porteras preparaban el mate cocido.


Calentito y humeante.


Que nos acercaban al aula en la jarra y en vasitos de plásticos.


Los vasitos que luego se amontonaban en pila en la mesa de madera.


Y Juan.


Llegaba siempre tarde, siempre quince minutos tarde.


Juan, otra vez llegaste tarde (mi voz recordándole a Juan el horario de clase).


Ya sabe “seño”, (la voz de Juan recordándome el motivo de su llegada tarde).


Juan trabajaba para ayudar a su madre.


Juan vendía ositos de peluche en la calle.


Póngame el presente “seño”.


Y se sentaba justo frente a mi escritorio.


Primero, los cuadernos y la lapicera sobre su banco.

Luego, la bolsa con los ositos sobre mi escritorio.


Están cansados “seño”.


Yo también estoy cansado.


A veces contento, a veces triste.


Dependía su tristeza o su alegría de las ventas callejeras.


Ositos celestes con ojitos de vidrio rosado.


Ositos rosados con ojitos de vidrio celeste.


Para las nenas o para los nenes (la explicación de Juan, siempre la misma a la misma pregunta).


Juan sabía de cazar ranas en el arroyo y pajaritos en los árboles cercanos a la escuela.


Sabía de guisos y de polentas.


A la noche, tomamos caldo y a la mañana, mate cocido con pan duro.


La dieta de Juan (enriquecida con las naranjas que traía el cura en la bolsa que hacía con su sotana y que repartía antes de jugar en el descampado).


Juan quedó para siempre en mi recuerdo.


Su piel como el color del lodo que se nos pegaba en las botas de goma cuando, después de la lluvia, llegar a la escuela significaba hundirnos en el barro y sentir las piernas pesadas, muy pesadas.

Costaba caminar, si, costaba mucho.


Juan tenía el cabello lacio y negro, muy negro era el cabello de Juan.


Y tenía ojos negros y muy tristes.


Siempre recuerdo los ojos tristes de Juan.


Juan no faltó nunca a clase mientras yo fui su maestra de cuarto grado.


Otros destinos de maestra suplente me alejaron de la villa y de la escuelita de chapas.


Más adelante, conocería otras villas y otras escuelas de chapas.


Otros caminos me llevaron con el paso de los años a recorrer una tarde de diciembre las calles de Lomas de Zamora.


Mi panza de ocho meses me arrastraba por Laprida (una peatonal que a esa hora de la tarde era semejante a una hoguera).


Seño, seño, seño...


No tuve tiempo de dar vuelta mi cabeza en dirección a la voz que me llamaba “seño”.


No tuve tiempo.


Dos brazos me rodearon los hombros.


Soy yo “seño”, soy yo.


Yo.


Juan.


¿Se acuerda de mi?


¿Cómo no acordarme de Juan, de sus ositos, de sus ojos y de su piel color de barro?


Me puso un osito de peluche color rosa entre mis manos.


Tome “seño”, para la nena.


Acuérdese, va a tener una nena.


Fue la última vez que lo vi a Juan.


Todavía lo recuerdo con los mocos y los cachetes violetas por el frío del invierno.


Todavía lo recuerdo, abrazándome con sus brazos de muchachón fornido.


Todavía lo recuerdo en el osito de peluche rosa que me sigue mirando después de casi treinta años.


A través de sus ojitos de vidrio color celeste.


Todavía Juan, todavía...

Profesora María Cristina Saborido

Ex – detenida – desaparecida

Pozo de Banfield / Quilmes

Julio / 77

www.enlaluchayenlaresistencia.blogspot.com

La Comisaría de Adrogué fue uno de los Centros de Detención Clandestina más crueles y sanguinarios. Funcionó entre 1976 y 1977. Perteneció a la zona 1 subzona 11. Aún está sin señalizar.

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