OPINIÓN - EDITORIAL DE HORIZONTE SUR, DEL 23/11/08, POR JORGE RULLI SUMARIO   1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - EDITORIAL DE HORIZONTE SUR, DEL 23/11/08 , POR JORGE RULLI. ...

OPINIÓN - EDITORIAL DE HORIZONTE SUR, DEL 23/11/08, POR JORGE RULLI

SUMARIO

  1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - EDITORIAL DE HORIZONTE SUR, DEL 23/11/08, POR JORGE RULLI.


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EDITORIAL DEL DOMINGO 23 DE NOVIEMBRE DE 2008

Si algo caracteriza al mundo actual globalizado es el generalizado extravío del sentido común. El sistema de la Globalización, ha generado una economía que ha perdido todo vínculo con la realidad y que, podríamos decir que ha logrado distanciarse totalmente de la escala de lo humano. Se practica un consumismo alocado en ciertos bolsones de riqueza, mientras otros países y otros cientos de millones de seres humanos se ven condenados a la más atroz de las indigencias. No es ya como nos acostumbramos a decir en los años sesenta, un problema de países ricos y de países pobres. En los países supuestamente ricos existen bolsones de pobreza extrema y en los nuestros, podemos ver en medio de un mar de pobreza, grupos sociales de una riqueza y de un poder adquisitivo, que emula a los más ricos del mundo. No obstante, si algo realmente diferente nos separa de las antiguas dependencias al imperialismo, es que ahora las víctimas y los victimarios, los consumidores excesivos y los indigentes que perecen por desnutrición y enfermedades medievales, están unidos por los hilos invisibles de valores similares y por adhesiones parecidas. En el mundo global imperan corporaciones transnacionales que no guardan lealtades a patrias ni fronteras, de allí que nos sea asimismo difícil hablar de centros y de periferias en el mundo globalizado. La visión del mundo que imponen los núcleos corporativos, es la de un tipo de producción, un tipo de consumo y una cantidad de hábitos de vida, cuidadosamente planeados, tanto para facilitar sus intereses globales, cuanto para convertirnos en seres inermes, en tanto que mecanismos dóciles de sus procesos planetarios.

En el mundo global, el único subversivo pareciera ser el que no consume, en especial el que no consume y hace escuela e instrumento de conciencia crítica, de ese no consumir. El campesino debería ser en total o en gran medida autosuficiente, el neocampesino se marcha de la ciudad para descolgarse del consumo. El rururbano, mezcla rara de rural y de urbano, pone en cuestión la esencia del dominio capitalista global, lo impugna con el ejemplo de sus prácticas, mucho más que con su discurso. Son los nuevos contestatarios que se multiplican por doquier. Mientras tanto, en el mundo global, unos consumen objetos, otros consumen las imágenes de esos objetos o las vidas a distancia de los que consumen esos objetos, pero en última instancia, todos consumen algo y participan de la maquinaria del consumo. Mientras unos consumen la vida de los otros en un enorme y extendido canibalismo que incluye el empleo, los llamados recursos naturales, el espacio que debería ser de todos y en especial la comida; los canibalizados a su vez consumen la vida mediatizada de esa minoría o la fábula de las vidas de una minoría a la que acceden por la TV, las revistas o las imágenes, y dejan de vivir la propia vida miserable para vivir una ficción de vidas ajenas que seguramente no son más que escenografias montadas ex profeso para alimentar el consumo generalizado que, en definitiva, impide a todos vivir la propia vida. Los “condenados de la tierra” de Franz Fanon, que se alzaban contra el colonizador y ejercían la violencia como un proceso de recuperación de su propia humanidad; hoy, en la globalización, se embarcan con desesperación, y a todo riesgo, en chalupas imposibles, para tratar de alcanzar, más allá del mar, ese horizonte soñado que es el territorio paradisíaco de la metrópoli que ayer los colonizara.

¿Y que pasa con los viejos militantes? Qué pasa con esos viejos compañeros de tantas luchas, con esos cuadros políticos que, tal vez por cansancio, parecieran ahora estar necesitados de un paraguas, de un alero donde protegerse, esos luchadores que parecieran no tener un bastón de mariscal en la mochila o que tal vez olvidaron que lo tienen, y que ya no intentan permanecer íntegros y solos contra la corriente si fuera preciso, solos con la propia vida como estandarte de una esperanza, solos para ser multitud, aceptando la propia soledad primero, para sumarse luego a otros, no para esconder la propia debilidad y la desesperanza amuchándose detrás de falsos líderes o de profetas a los que siempre se les pifian las anticipaciones y que, son capaces de la hazaña de construir al enemigo para luego caer derrotados por la propia ficción que generaron... Estos viejos compañeros también, a su manera, se suben a la chalupa precaria de lo nacional y popular para llegar por cansancio, por escarmiento o por desesperanza, a ninguna parte, o tal vez para llevarse la sorpresa de que van a terminar desembarcando en las costas del país de Repsol y de la Barrik Gold…

Hace más de veinte años los documentos internos reservados de la empresa Cargill, también conocida como el gigante invisible, establecían las políticas necesarias por parte de la corporación, para que cada país produjese lo que mejor sabía hacer y comprase el resto de lo que necesitare a otros países, por supuesto mediante los oficios de Cargill. Era el tiempo en que aún China era comunista y alimentaba sus cientos de millones de cerdos con batatas. No obstante, ya en esa época remota, Cargill se ocupó de modernizar todos los puertos de China con dineros del Banco Mundial, para hacerlos granarios, y facilitar la llegada de los cargamentos de porotos de soja que evidentemente fueron planeados con una antelación de por lo menos veinte años. En estos momentos en que parece derrumbarse el Imperio Americano, la inversión de las Corporaciones Biotecnológicas en China es portentosa, y tanto estas informaciones, como la puesta en escena de las últimas olimpíadas que tanto nos recordaron las de Berlín en el año 39, anticipan el surgimiento de una nueva hegemonía a nivel planetario, una hegemonía que ahora se supone, vendrá acompañada de abundante marxismo de mercado y de un ritmo de trabajo como en las maquilas, donde es común para los trabajadores dormir en los mismos talleres y comer lo mínimo e imprescindible para no alterar el ritmo de las máquinas.

Pero los avances de la globalización no son ineluctables. El proceso del capitalismo global sufre tres grandes crisis que le son connaturales: en primer lugar, la crisis del cambio climático, que acelera por el efecto invernadero el descongelamiento de los casquetes y de los glaciares, torna el clima cada vez más imprevisible y multiplica las catástrofes naturales. En segundo lugar, la crisis energética: que no significa tan solo la disminución de las fuentes baratas de petróleo, sino también la desaparición de las regalías por desaparición y vencimiento de sus patentamientos asociados a las tecnologías de extracción y de refinamiento. Y en tercer lugar, el sistema imperante de apropiación masiva de los recursos naturales por parte de las grandes Corporaciones y el aceleramiento de los cambios climáticos que conlleva la pérdida masiva de bosques, de suelos y el arrasamiento de ecosistemas. A estas tres crisis que son parte de la naturaleza del Capitalismo globalizado y que interactúan, se suma ahora una debacle financiera y bancaria de proporciones imprevisibles, que, rápidamente se traslada al campo de la economía y del empleo. El Imperio americano parece derrumbarse y cada Estado Nación ha quedado librado a su propia suerte, mientras resultan expuestas las fragilidades de los modelos de absoluta integración a los mercados globales que nos propusieran las corporaciones en los años de vigencia del neoliberalismo.

El desafío es comprender la situación de cambios actuales en el mundo, comprender la relación entre riesgos y oportunidades que ofrecen las crisis, y aceptar el reto de revisar los esquemas heredados. Todo lo contrario, nos da la impresión que nuestra política exterior persiste en mantener de modo contumaz su estado de dependencia, aun cuando es evidente que muchas relaciones internacionales se están modificando. Quiero decir: las crisis, siempre tienen un componente de oportunidad que, en este caso, también, están generando condiciones propicias para buscar caminos de emancipación. Sin embargo, y porque hemos interiorizado como nuestras las premisas de Cargill, porque las hemos hecho nuestras, ahora, las innovadoras giras por los países del llamado tercer mundo, parecieran llevar la penosa intención de abrir nuevos mercados a los forrajes de soja transgénica, así como a nuestras producciones de biotecnología animal y vegetal, y en especial, y esto es lo más penoso, la intención de ejercitar esa nuestra capacidad de extender a otros países, los modelos de la dependencia que nos unen con la empresa Monsanto. Qué puede estar haciendo el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el INTA y el SENASA en Argelia y en los restantes países del norte de África, sino predicando biotecnología y vendiendo equipos para siembra directa? No lo digo yo, lo reconocen ellos con orgullo. Son, de esa manera, en Argelia, los fieles continuadores de la contrainsurgencia francesa; son en la Argentina, los exponentes ideológicos de un modelo productivo que hace estragos entre las poblaciones y que en treinta años más, tendrá inevitablemente sus juicios de lesa humanidad, por haber atentado gravemente contra la vida y contra el medio ambiente. La tecnociencia empresarial es la que establece hoy en la Argentina, las políticas de Estado. Debemos repetir una vez más, que las tecnologías no son neutras y debemos reclamar que no se confunda la ciencia con la tecnociencia, debemos constatar y denunciar que, así como existen en los ámbitos universitarios prácticas de filosofías de diversas disciplinas, no las hay de la filosofía de las tecnologías, seguramente porque no conviene al Poder, que se reflexione sobre las tecnologías. Tampoco interesa al poder que se promuevan estudios de epistemología, que como estudio de las ciencias o acaso filosofía de las ciencias, ayudarían a hacer comprender a nuestros estudiosos el profundo entrampamiento en que nos encontramos. Las tecnologías, las ciencias y los negocios van juntos en esta etapa, van entreverados; el estudio de la epistemología permitiría tal vez que muchos comprendan algo tan sencillo como que en muchas áreas del Estado en que se supone se hace investigación científica, en realidad, se están haciendo solamente negocios.

En verdad, esto de persistir en el modelo resulta realmente insensato. Que en medio de la debacle, cuando el temblor hace caer los muros de la prisión en que nos encontrábamos, nosotros nos apresuramos a volver a levantarlos… No parece ser justamente, el momento para reafirmar un modelo de agro exportación, o acaso un modelo que reproduce tecnología bajo patentamientos y que entrega graciosamente sus mejores recursos naturales a las Corporaciones extractivas, a la vez que se propone expandir para beneficio de la empresa Monsanto los modelos de sometimiento a otros países más pobres. Sería todo lo contrario, el momento de volver las miradas hacia nosotros mismos, de volver a pensar en el mercado interno, es el momento de decidir diseños territoriales y planificar una economía basada en las propias fuerzas, en los criterios de la Resistencia a los embates exteriores y actuar apoyándose en la Soberanía Alimentaria. La experiencia que podemos recoger de la visita argentina a Argelia es altamente significativa. Cuanto el presidente de Argelia Abdelaziz Bouteflika, le explica a la delegación argentina, que la revolución argelina fue peronista, lo que está queriendo decir es que los procesos de liberación nacional de la posguerra fueron hermanos, que todos ellos participaron de paradigmas comunes y de cosmovisiones similares. Cuando refiero a paradigmas comunes quiero decir que hubo ciertos modos de pensar los problemas y las soluciones en esa época que giraron en torno a una idea de lo nacional, tal vez más que de lo nacional, del nacionalismo, y que presupusieron siempre la idea de la liberación nacional. Lamentablemente, no sabe Bouteflika que los peronistas a los que les hablaba no podían comprenderlo, ya que pertenecen, en realidad, a un paradigma posterior y muy particular, el paradigma de los años sesenta y setenta que se proponía el Socialismo. Que no podían comprenderlo porque son, además, la expresión de un tránsito paradójico entre los discursos de izquierda setentista y el neoliberalismo de los años noventa, supuestamente al interior de ese mismo movimiento y en la época de la post globalización, cuando las políticas desarrollistas con los intereses de las grandes empresas transnacionales parecieran continuarse en la etapa del poder del conocimiento, de los patentamientos y de las propiedad intelectual de las innovaciones y de la información, y cuando se da la extraña situación de que los nuevos colonizados globales, asumen por sí mismos el mandato corporativo, lo hacen propio, y lo hacen propio con discursos desarrollistas y de izquierda. Entonces, lo que ocurrió fue que, mientras el argelino les hablaba del Peronismo de ayer, los argentinos les vendían el sistema de la siembra directa, del glifosato y de los transgénicos, ahora en nombre de una tecno-ciencia empresarial que llevan hoy, como nueva bandera corsaria por el mundo.

Jorge Eduardo RULLI 11.08.07

Jorge Eduardo Rulli

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