Por Norelys Morales Aguilera
Cuando los presidentes Barack Obama y Raúl Castro anunciaron que reanudarían relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, al parecer el norteamericano no calculó que su prisa tropezaría con los obstáculos de su propio país.
“…he instruido al Secretario de Estado Kerry a que comience inmediatamente las discusiones con Cuba para restablecer las relaciones diplomáticas que han estado interrumpidas desde enero de 1961. (…)” informó Obama el 17 de diciembre de 2014.
Mientras, Raúl Castro dijo el propio día: “Hemos acordado el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Esto no quiere decir que lo principal se haya resuelto. El bloqueo económico, comercial y financiero que provoca enormes daños humanos y económicos a nuestro país debe cesar.”
Sabido lo anterior, se han producido tres rondas de conversaciones desde marzo y otros encuentros bilaterales.
La prisa de la Administración, a pesar de las declaraciones que torpedean el proceso por parte de Roberta Jacobson, secretaria de Estado adjunta para Latinoamérica, y otros funcionarios estadounidenses, quedó evidenciada el 1º de abril de este 2015.
Jacobson afirmó confiar en que Estados Unidos y Cuba pudieran reabrir sus respectivas embajadas "lo antes posible" y se mostró a favor de fomentar los negocios con la Isla.
Un mes antes, el Gobierno estadounidense había sugerido que había la posibilidad de que se abrieran embajadas antes de la Cumbre de las Américas de Panamá, el 10 al 11 de abril.
Sin embargo, pese a las sugerencias o francas afirmaciones de que los obstáculos se deben a Cuba, los Estados Unidos no han resuelto dos tópicos esenciales para que existan embajadas como debe ser, independientemente de las fórmulas para este tipo de proceso, para el cual no hay manera única.
Primero. Cuba debe ser sacada de la lista de estados patrocinadores del terrorismo, cuya implementación es considerada por EE. UU. un asunto de su política interna. Mientras, la Isla, afirmó por medio de su negociadora principal, Josefina Vidal, que “sería muy difícil decir que hemos establecido relaciones mientras nuestro país todavía esté en una lista en la cual creemos muy firmemente que nunca se nos debería haber puesto.”
Segundo. La Sección de Intereses de Cuba en Washington continúa, desde hace más de un año, sin un banco que provea a la representación diplomática de servicios financieros para realizar sus operaciones. Esto resulta un contrasentido absoluto y no depende de Cuba.
Por otra parte, no ha trascendido que Estados Unidos haya hecho algún compromiso con Cuba de que sus representantes diplomáticos respetarán las convenciones internacionales y no convertirán la sede en un abasto para los contrarevolucionarios que financian como parte de su política de injerencia y agresión.
Con todo eso, va a ser muy frustrante para Barack Obama perorar sobre la democracia en Cuba y algunos otros tips, y lo más seguro es que tenga que enmendar su pieza oratoria en la Cumbre de Panamá con la que, a lo mejor, se estaba deleitando frente a la segura oposición por soberanía y dignidad de los mandatarios latinoamericanos y caribeños.
Restablecer relaciones formales con Cuba no le redituará al Gobierno de Obama fortalecer su posición en América Latina, donde sus esfuerzos de larga data por la agresión y aislamiento, han fracasado rotundamente.
La prisa de Obama y su administración ha tropezado con los obstáculos dictados por su política, que rebasan las relaciones con Cuba, que esta vez, en la VII Cumbre de Las Américas, asiste por su firmeza y la solidaridad continental.
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