Por Ilka Oliva Corado
Me sucede todo el tiempo, que cuando asisto a eventos sociales o fiestas donde hay personas que han leído mis artículos, me señalan de mentirosa, muchas de ellas indocumentadas también, me dicen que lo que digo es falso, que esas cosas que cuento no suceden con los indocumentados, que este país es generoso y que ellos nunca han sufrido discriminación. Pero después de dos cervezas comienzan a sacar lo que realmente viven y sienten y los veo llorar y los escucho pedirme disculpas, y contarme con detalle lo miserable de sus existencias en la exclusión de una sociedad hipócrita y un sistema fétido. Me felicitan por decir las cosas claras y no quedarme callada. Los comprendo perfectamente porque no es fácil ser real en un mundo tan miserable como este, atreverse a ser transparente es afrentarse al rechazo, a la burla, a las acusaciones a la soledad.
Cosa contraria sucede con los que sí tienen documentos y nunca cruzaron ninguna frontera y nunca fueron indocumentados, niegan rotundamente cualquier denuncia que se haga contra la injusticia social, contra la exclusión y contra el maltrato que da este país a los indocumentados. Ellos son de los que ven policías asesinar indocumentados a sangre fría y como todo comentario aplauden la acción policial argumentando que merecido se lo tenía quien llegó a este país de forma ilegal.
Me sucede también con comentarios en mi blog, en correos electrónicas de personas de otros países que no tienen la más mínima idea de lo que significa migrar de forma indocumentada y vivir sin documentos en un país como Estados Unidos. ¿Y por qué sucede esto? Porque los medios nacionales e internacionales se encargan de hervirles el agua, de seguir con el engaño de que este país es una maravilla, que acoge a los migrantes y que estos lo han hecho la nación poderosa que es. Totalmente falso, este país es poderoso debido a tanta invasión, a tanto genocidio y a tanto ultraje contra los indocumentados que lo cargan en sus espaldas. De vómito leer esos especiales en medios internacionales donde sacan reportajes de migrantes indocumentados exitosos en este país, lo único que logran con eso es seguir engañando a la gente e ilusionar niños y adolescentes que se aventuran a migrar arriesgando sus vidas por venir a probar eso que vieron en televisión o leyeron en un periódico.
Yo como indocumentada que soy solo tengo mi palabra para denunciar, no pretendo que me la crean o que me la aplaudan, pero sí estoy cansada que me la desvaloren por no tener pruebas de fuentes de información, de análisis, de videos, fotografías, firmas respetadas o de un sello del sistema que autorice y avale que mi denuncia es verídica. Sí estoy cansada pero sabía perfectamente a lo que me metía cuando decidí denunciar con mi letra. Ya pagué bien caro mi derecho de piso y no dejaré de hacerlo. Por ejemplo los relatos de la serie Transgredidas son reales, tan reales que son poco creíbles, por ellos he recibido cantidad de insultos, de acusaciones, pero nadie de los que me acusa ha visto nunca la mirada perdida de una niña que fue abusada sexualmente por una cuadrilla en el desierto. Yo sí. De los que dicen que este país es un pan dulce, jamás han visto temblar de pavor a un mujer al recordar las veces que fue violada por agentes de la Patrulla Fronteriza. Yo sí. Sin embargo no hay una sola fotografía, un video, una denuncia, un reporte de investigación que demuestre que esa violación fue real. Yo crucé el desierto y sé lo que es vivir ese infierno. No comprendo cómo esta humanidad de miseria no es capaz de tener empatía y estremecerse con los abusos que sufren otros y es tan desgraciada que todavía se atreve a poner en duda una realidad tan cruda.
Pues sí uno se cansa, se deprime, se enfada, se consume cuando su letra es de denuncia y de exigencia de Derechos Humanos, justicia social y equidad de género. Bien fácil es escribir de mariposas en el aire y de la flor de las diez; pero lo que encara, lo que pone en peligro la vida, la libertad, eso es de pocos, de locos que además lo hacen de gratis, sin recibir remuneración económica alguna; los pocos que además son reducidos y rechazados. Eso es ir a buscar problemas tocarles la puerta y quedarse ahí parado para que lo entren del pelo. Pero se tiene que hacer.
Hay que ser indocumentada y haber sufrido violencia doméstica o sexual para ver de qué forma reacciona la policía estadounidense cuando la víctima va a poner la denuncia. Por más detalles que se den en un artículo nadie podrá imaginar siquiera el nivel de humillación por el que la hacen pasar para luego decirle que desestiman su denuncia porque de seguro lo que quiere son documentos por medio de la visa U, lo que hace la entidad que supuestamente la tiene que proteger es deportarla. ¿Qué medio lo denuncia? ¿Qué estadísticas se encuentran? ¿Qué fotografías o videos del proceder de las autoridades? Eso se lo guarda la víctima que decide nunca volver a hablar de lo sucedido y ensimismarse para consumirse lentamente es este mundo de hipocresía. Es por eso que la víctimas deciden no denunciar porque nadie les creerá, además es muy común que se les levanten cargos y van a dar a la cárcel. ¿En dónde se encuentran fuentes de información, un enlace “online” que lo demuestre? En ningún lugar. Si las paredes de las estaciones de policía hablaran… Y vengo yo lo escrito en un artículo lo primero que me dicen es en dónde está la fuente de información, río por no llorar.
Más que profesional, experto en periodismo, en redacción, se tiene que ser muy humano para que un medio de comunicación acepte publicar material de este tipo.
Hay que trabajar en una fábrica quince horas al día con quince minutos para el almuerzo para saber qué es mearse en el pantalón porque no dan permiso para ir al baño. O ser ultrajada por un superior y no poder denunciarlo porque se es indocumentada y hay hijos que mantener. No me jodan, no me digan que quieren cifras, estudios, que lo demuestren. Análisis podrán realizar los estudiosos desde la comodidad de un escritorio, y tendrá sesgo porque no hay texto que logre demostrar la herida viva de una violación, de un golpe, de una humillación.
Ya perdí la cuenta de las veces que me han dicho que mi libro “Historia de una indocumentada travesía en el desierto de Sonora - Arizona” es una farsa, que eso no sucede en la frontera. Sin embargo a mí esa frontera me ensimismó 10 años, hasta después de 10 años pude escribir de lo que viví en esa travesía. También soy una de esos miles y por eso les creo, confío, acuerpo sus denuncias, sus amarguras, sus infiernos, porque solo los que hemos vivido el escarnio sabemos del estigma.
Comprendo que yo no vine a este país a enriquecerme, a llenar una cuenta bancaria con mis remesas y un día irme de regreso a mi país a disfrutar de una casa de tres niveles, un jardín, un automóvil de modelo reciente y de las rentas. Esa no es mi realidad, lo mío es otra cosa. Comprendo que tenía que venir a este país para conocer la frontera, para conocerme escritora, para no quedarme callada, para denunciar a mí manera y con mis recursos el infortunio que viven millones en la sombra de la indocumentación. En el país de origen, de traslado, de llegada y de residencia.
Tengo muy clara mi situación legal en este país y a lo que me enfrento al escribir, pero yo no nací para esconderme, ni para lucir con hipocresía, yo nací para ser real y si siendo real me callan pues solo hay una forma de hacerlo, que lo hagan si quieren. Lo que sí sé es que no soy una mujer que disfruta de las mieles en el corazón del capitalismo, ni para vivir enjaulada, mi alma es montuna y un día cualquiera así como vine me iré, con una mano adelante y otra atrás, para ser de nuevo inquilina y seguir con mi bicicleta recorriendo galaxias.
Para mí es vital dar las gracias las veces que pueda, a los medios que me arropan, que creen en mi letra, que saben quién soy y desde qué parte de la sociedad y del mundo escribo. Hay días en los que uno se cansa y hoy es uno de ellos. Pero de renunciar nada.
Solo tengo mi palabra y ésta en mi pueblo vale más que la firma.
Posdata: Queridos lectores hoy quise compartir con ustedes también la parte agria y oscura que tiene el escribir, sin afán alguno de creerme la divina garza y mucho menos mártir. Humana y con infinidad de defectos sí.
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