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OPINION - LA MUERTE SE ESTÁ EQUIVOCANDO, POR HUGO PRESMAN

SUMARIO

  1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - LA MUERTE SE ESTÁ EQUIVOCANDO, POR HUGO PRESMAN.


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From: Hugo Presman

Sent: Monday, October 13, 2008 1:55 PM

To: GACETILLAS ARGENTINAS - REDACCIÓN

Subject: {posible spam} Nota de Actualidad 12 LA MUERTE SE ESTÁ EQUIVOCANDO, POR HUGO PRESMAN

LA MUERTE SE ESTÁ EQUIVOCANDO

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Por Hugo Presman

En estos tiempos, Dios quiere buena compañía o la muerte se está equivocando. Varias personas queribles y de enorme valor fueron secuestradas por la muerte cuando transitaban la mejor y más fructífera etapa de su vida provocando ausencias prematuras.

Hace menos de cuatro años un cáncer de pulmón arrasó con Adolfo Castelo que sólo tenía 64 años. Jorge Guinzburg padeció de un tumor similar  y murió en marzo de este año. El llanto de Diógenes fue entonces incontenible. Sucedió en Buenos Aires que había amanecido con un sol brillante en esa mañana de mediados de marzo cercana a la llegada del otoño. Los palos borrachos florecidos miraron sorprendidos a ese perro que en medio de la plaza lloraba desconsolado. Eran las 10,30 horas. Había una radio prendida. Que había dado la noticia. Diógenes se sintió más solo que nunca. Si hubiera sido hombre habría dicho más solo que un perro. En cambio sintió que su soledad en esa plaza, en la contratapa de Clarín, estaba compartida por el Linyera, su dueño desde hacía más de tres décadas. El mismo que se quedó mudo, mientras gruesos lagrimones caían sobre el rostro curtido por la intemperie y la miseria. Ambos comprendieron que se habían quedado sin guionista. Había muerto Jorge Guinzburg. Un hombre de enorme talento. Cuyo nombre quedará asociado por siempre al humor y a la alegría. Cuando esbozaba una sonrisa apenas contenida, el bigote se movía y los ojos le brillaban, una broma, una frase ingeniosa tenía su partida de nacimiento.

Uno se imagina a la muerte entrando al Mater Dei. Jorge que le sonríe y le hace una broma. Pero lo que tal vez Jorge no sabía es que la muerte no tiene sentido del humor. Es igualitaria porque no hace distingos. Pero a veces por apresurada, es tremendamente injusta. Jorge Guinzburg apenas tenía 59 años, cumplidos el 3 de febrero.

En enero del 2007, Roberto Fontanarrosa, anunció que dejaba de dibujar por su enfermedad, esclerosis lateral amiotrófica, que limitaba la movilidad del paciente. Lo hizo en una carta en la revista Viva: “Finalmente, la mano derecha claudicó. Ya no responde, como antaño, a lo que dicta la mente. Por lo tanto, e independientemente de que yo siga intentando reanimarla, me veo en la necesidad de recurrir a alguno de los muchos excelentes dibujantes y amigos que tengo para pongan en imágenes mis textos…..” Luego se refirió a su entrañable amigo Crist que se haría cargo de los dibujos diarios habituales y concluyó, humorista siempre, aún en medio del dolor: “Vale este informe a los lectores para que no se sorprendan al advertir que he mejorado notablemente la calidad de mis trazos y de mis colores”

Esa limitación que llevó a que a Inodoro Pereyra se le escapara una lágrima. Que el Mendieta gritara como nunca antes su “Que lo parió”. Que a sus lectores nos sumiera en reflexiones sobre ese Dios – si existe- tan poco piadoso. Y que a Boogie, el aceitoso, se le cayera el cigarrillo de la boca. Decía entonces Las cosas están así. Me parece que no hay que sentirse demasiado mal. Por suerte, hay comprensión y mucho afecto de la gente. Estoy jugando con ocho, pero todos me bancan. El otro día hablé con Pedrito Marchetta, que también tuvo un problema de salud, y le dije: ‘Pedro, dos líneas de cuatro y a tirarla para arriba”

Por entonces “el negro” estaba actuando como el DT de su supervivencia.

En julio del 2007, a los 62 años, “el Negro” murió. Y con el se llevó al Inodoro Pereyra, a la Eulogia, al Mendieta, a Boggie el aceitoso, a Sperman, a los personajes que podían protagonizar sus nuevos cuentos.

No alcanzó lamentablemente con dos líneas de cuatro.

El agosto del 2007, afectada por un cáncer, cuando solo tenía 62 años, murió la psicoanalista Silvia Bleichmar. Los que fuimos sus amigos sabíamos de la gravedad de su salud. Que ella minimizaba con una sonrisa. Nadie podía advertir que esta mujer extraordinaria jugaba una partida de ajedrez con la muerte. Sostenía que había que morir, viviendo. Que nunca había que buscar la compasión. Que en última instancia había que sorber hasta la última gota de la existencia. Y eso hizo. Jugaba una carrera primero para ganarle a la vida y luego para postergar el triunfo de la parca. La autora entre muchos otros libros de Dolor País y No me hubiera gustado morir en los noventa.

Hace unos días una leucemia terminó con la vida de Jorge Schvarzer, un economista que enseñó a pensar. Alguien que razonaba desde la vereda de lo nacional. Que conocía, como lo enseñaba Arturo Jauretche, que el mostrador tenía dos lados y que hay siempre intereses contrapuestos. Tuvo claro de que lado ubicarse y en estos últimos años formó parte del Plan Fénix. Luchó hasta el final y no esquivó los debates aún en condiciones de salud precaria.

Cuando ya se creía que la cuota de pérdidas estaba cubierta, la insaciable mujer vestida de negro con su hoz fulminó en apenas dos meses de un cáncer de pulmón a Nicolás Casullo, cuando tenía 64 años.

Un intelectual comprometido con su país y con su tiempo. Un tipo de una enorme calidez. Alguien que hacía realidad aquello que “nada de lo que es humano me es ajeno.”

El que practicaba con coherencia, aquello que escribió con precisión admirable Rodolfo Walsh en el número uno del periódico de la CGT de los argentinos, un 1 de mayo de 1968: “El campo del intelectual es, por definición, la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra"

Nicolás fue un amante del fútbol. Un fanático de Rácing. Hace dos años se subió a nuestro programa radial EL TREN y desde entonces mantuvimos una relación de simpatía recíproca que nos llevaba a que dos veces por mes mantuviéramos largas conversaciones telefónicas, intercambiando informaciones y análisis políticos, sin dejar de pasar por nuestras inquietudes futbolísticas. Era en el único aspecto en que podía adoptar un tono paternal dado el claro predominio de River sobre Rácing. Alguien que podía escribir: “ Es muy difícil hablar de fútbol desprendido de la experiencia de jugar al fútbol y de estar en el fútbol. Y, en ese sentido, creo que lo irrepetible del relato, lo imaginario que se gesta, daría las dos grandes experiencias que uno tiene con respecto al fútbol. La otra sería la de la cancha, que es la experiencia con los dioses, la experiencia originaria. Ahí uno se encuentra con la Cosa. Sobre todo cuando uno era chico y no había televisión. ¡ Encontrarse con el color de las camisetas! (Las fotos de los diarios eran en blanco y negro) Encontrarse con el once, con el verde césped... Encontrarse con ese mundo era algo hoy imposible de rescatar frente a la televisión, en la que el color es un dato obvio e insignificante”

Admirado por sus alumnos, Nicolás Casullo transitó por la novela ("Para hacer el amor en los parques" (1970), "El frutero de los ojos radiantes" (1984) y "La cátedra" (2000), el ensayo : "París 68. Las escrituras, el recuerdo y el olvido", “"La comunicación, una democracia difícil"(1986), "El debate modernidad-posmodernidad" (1988), "Viena del 900: la remoción de lo moderno" (1992), Itinerarios de la modernidad" (1996), "Modernidad y cultura crítica" (1998), "Palabras a destiempo" (1999), y últimamente Las Cuestiones y la reedición de Peronismo y Militancia Crítica. Dirigió la revista Pensamiento de los Confines.

Ejerció la docencia universitaria, sin prescindir de embanderarse políticamente. Fue uno de los mentores principales de Carta Abierta. Atrás había quedado su presencia en el París del Mayo Francés, su militancia en la juventud peronista, su largo exilio en Cuba, Venezuela y Méjico.

Podía escribir: “La revolución conservadora, desde los '80 en adelante, desde el eje Reagan- Thatcher , comienza a invadir y vencer, en todas las dimensiones y en todas las líneas, la batalla político-ideológica, la batalla cultural. Yo diría que la teoría de la aceptación es la teoría de la gobernabilidad. De lo que se trata no es de transformar nada, sino de encontrar la forma más adecuada de gobernar sociedades, que por la compleja concurrencia de factores alarmantes necesitan ser gobernadas. El Estado pasó a ser un lugar de administración de la crisis, de gobernabilidad, tanto lo ocupe la izquierda como la derecha. Se pasa a una problemática de época, no coyuntural, donde la aceptación de la condición dada se traduce en una teoría cuyo cuerpo central es la problemática de la mejor gobernabilidad. De la gobernabilidad con reforma, de la gobernabilidad en provecho lento y progresivo de sujetos subalternos, de la gobernabilidad brutal de un capitalismo salvaje neoliberal, pero siempre situados dentro del capitalismo, sin la mirada del cambio transformador... A diferencia de ciertos agoreros que plantean el fin de la historia, ésta implica siempre conflicto, siempre es apertura, más allá de que pueda haber épocas, etapas - como las hubo a lo largo de la modernidad -, más proclives al no pasa nada, y otras etapas más proclives a las conmociones. Uno podría decir que, desde 1789 hasta la caída de Napoleón, en 1815, Europa vivió un tiempo de conmociones fuertes. Uno podría decir que desde 1810 hasta 1840 o 1850, América Latina vivió conmociones fuertes en su gesta independentista. En Europa desde 1820 hasta 1870, no pasó nada absolutamente fuerte o conmovedor, sino que en esa etapa se constituyó el buen burgués, la modernidad en su edad de oro por excelencia, y en la propia Argentina, podríamos decir que hasta 1945 pasó muy poco; se constituyó la nación, llegaron los inmigrantes, apareció el Yrigoyenismo, pero en general, la historia no vivió conmociones como las habría de vivir luego, a partir de 1945, donde "aparece" una clase en la escena histórica y se organiza definitivamente en términos de aspiraciones políticas. Luego, los '60 y '70 trajeron la posibilidad de pensar una liberación nacional y social como la planteaba el peronismo, y con la cual fracasó.


Hoy se han quebrado estos modelos de redención de la historia que forman parte de una creencia muy fuerte, de formas de religiosidades populares muy intensas, de teorías muy profundas, muy trabajadas y analizadas, donde el grueso de lo más inteligente del pensamiento moderno estaba de acuerdo; donde los cuadros, los militantes, los intermediarios producían organizaciones de izquierda de enorme envergadura, y planteaban con absoluta seguridad que por ley científica, como decía Marx, se iba a llegar al socialismo. Una vez quebrado, es difícil reconstituir ese modelo, esa lógica, ese molde. En las últimas décadas aparecieron formas distintas de cuestionamiento, de planteos contestatarios, formas distintas de rebeldía, diferentes modalidades de crítica, pero que hoy por hoy, aparecen como se diría en términos posmodernos, fragmentados o agrupados en sus propias reivindicaciones específicas, muchas veces autista una variable de la otra, y en donde es difícil percibir el rumbo de un nuevo proyecto histórico subalterno desaparecido el potencial emancipatorio que, se creía, tenía la clase obrera organizada. Resulta muy difícil plantearse un cambio social sin sujetos o con un sujeto desagregado, con un sujeto que no contiene la posibilidad de dominar, en términos políticos- ideológicos, con consenso, el proyecto social en su conjunto. Entonces digo, la historia no se ha terminado, pero estamos pasando un interregno donde, infinidad de ideas han pasado al desván. Y han pasado al desván porque la sociedad no las visualiza de una manera consensuada.

En los últimos años diseccionó a los medios. Afirmaba: “La política son los medios, y los medios son la política. Son el partido de la derecha en Latinoamérica”

LA MUERTE SE ESTÁ EQUIVOCANDO

O la muerte se está equivocando y está cometiendo injusticias como las que los seres humanos infringimos a la vida o Dios ha decidido realizar una notable mesa redonda para entretenerlo en su eternidad. Necesitaba humor e ingenio y convocó a Adolfo Castelo, Jorge Jorge Guinzburg y Roberto Fontanarrosa. Y necesitaba entender como es la crisis del capitalismo global y entonces la presencia de Jorge Schvarzer fue imprescindible. Pero cuando sintió que quería discurrir de igual a igual sobre la vida, el amor, la política y la filosofía, citó a Silvia Bleichmar y Nicolas Casullo. Y ahí está entretenido, mientras aquí tratamos de achicar el vacío de las ausencias.

Resulta fácil de imaginar las pullas futbolísticas entre Nicolás Casullo y el Negro Fontanarrosa, el intercambio de anécdotas que compartirán alrededor de una pelota.

En su conmovedor recuerdo a Nicolás, Mario Wainfeld escribió: “Nadie rebaje a reproche lo que vengo de decir. Cada época tiene su lógica, sus respuestas, sus generaciones activas, sus modos de acción o de intervención política. Resaltaré, entonces, sin valorar ni menoscabar a otros, que Casullo revistaba en un conjunto generacional sobreviviente que, por ley de la biología, se va yendo. Pero sí pido que se me admita la tristeza porque, para quienes anduvimos por ahí, se va un pedazo de nosotros mismos. Y que, en virtud de las mudanzas de los tiempos y de sus surtidas virtudes personales, ese quía era irremplazable. Así que fíjate, Nicolás, cuánto te vamos a extrañar.”

Cuando uno forma parte de esa misma generación, siente con el dolor de las partidas, la sensación que las balas le pican cerca, como diría Víctor Hugo Morales en la transmisión de un partido de fútbol, cuando un remate se va muy cerca de un palo. Lo que expresó con precisión el escritor británico John Donne: “Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo; todo hombre es un fragmento del continente, una parte de un conjunto. La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo formo parte de la humanidad; por tanto, nunca mandes a nadie a preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti".

O como dice Moti Hammer en “ Un solo tejido humano” a quién cité en mi despedida a Silvia Bleichmar: "Cuando muera, algo de mí morirá en ti. Cuando mueras, algo de ti en mí, morirá contigo. Porque todos - sí, todos - todos juntos formamos un único y vivo tejido humano; y cuando alguien nuestro se va, algo en nosotros muere, y algo queda con él..."

12-10-2008

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